El Acuarium: ambientes diversos para un público muy variopinto

A pesar de ser una discoteca muy alejada del centro, era de las más ‘lanzadas’ y abiertas a la novedad. Otro detalle de su atrevimiento era que en la pista al aire libre había una especie de jaula para bailarinas exóticas, para las chicas más alegres y desenfadadas

Carlos del Riego
20/08/2020
 Actualizado a 20/08/2020
Entrada para el concierto de Barón Rojo en la discoteca Acuarium.
Entrada para el concierto de Barón Rojo en la discoteca Acuarium.
El Acuarium estaba en Trobajo del Camino, justo antes de la curva a la izquierda donde empieza la subida hacia La Virgen. Era por tanto una discoteca ‘de barrio’, lo que no tiene que entenderse como que fuera peor que las del centro. En absoluto. Debió abrir en los primeros años setenta del siglo pasado, cuando apenas había construcciones a ambos lados de la carretera; es decir, le faltaba poco para estar aislada. Tal vez por eso era imposible circular por esa carretera sin echar un vistazo a su entrada y su letrero.

Tenía dos partes, una cubierta, que fue la inicial, y poco tiempo después también una pista jardín al aire libre, donde se vieron muchas actuaciones. A la pista de baile se entraba por un lateral, y a la derecha estaba el escenario, que el dueño hizo construir para llevar atracciones a su sala. Era muy amplia, algo ideal para acoger un público tan variopinto. Tal vez por eso siempre contó con excelentes afluencias en cada sesión, a lo que también contribuyó el hecho de que el Acuarium se situó, durante un tiempo, entre los locales más de moda, pues también movía mucha gente de León, del centro, que aparcaba por allí atraída por el ambiente de baile que se respiraba (alguno de Los Cardiacos era bastante habitual).

Entre el personal que se zambullía habitualmente en el Acuarium había de todo: gente enrollada y rockera de Trobajo y alrededores (donde había mucha afición por el buen rock), otros que disfrutaban más con lo lento, con lo ‘agarrao’ (que siempre contaba con tiempo suficiente para que los decididos se lanzaran), los había que preferían el rato dedicado a la música más discotequera, e incluso había quien sólo se tiraba a la pista cuando lo que sonaba eran los éxitos de la nueva ola y la movida. En fin, que la música, igual que los fieles del Acuarium, eran de todos los gustos y pelajes, lo que se traducía en minutos para todos, para el heavy, para lo que se llamaba ‘eurodisco’, para las baladas románticas e incluso para rumbas y ritmos cercanos, que también tenían su público.Las primeras orquestas y conjuntos que desfilaron por el Acuarium eran principalmente leoneses, como Juan 5 Almas, Los Yakers (grupo en el que tocaba el gran Gerardo Villalba Álvarez, Groucho, unos añitos antes de pasarse a la parte técnica), Los Topos (que eran de Trobajo y tocaban ‘en casa’) o Manolo Quijano padre con la orquesta; éste se encargó también de contratar a otros conjuntos para que actuaran en la pista jardín en aquellos primeros tiempos. Cuando la dirección se decidió a dar otro paso, a ofrecer a sus parroquianos algo más que música, baile, copas y ambiente, cuando pensó en apostar por la música más actual, contrató a Manuel Martínez Henares para que llevara a los mejores y más novedosos grupos a su flamante escenario. Y de este modo la discoteca Acuarium presentó a los leoneses algunas de las bandas y solistas españoles que iniciaban entonces sus carreras pero que estaban destinados al estrellato. Entre los más destacados que pasaron por el Acuarium está Barón Rojo, que descargó allí, en junio de 1982, una sesión de ‘heavy a la clásica’ que aun debe retumbar en la memoria de los que la presenciaron; acababan de publicar su segundo disco y su avión ya surcaba imparable los cielos. También Mecano llenó la sala, y ello a pesar de que apenas habían lanzado su primer álbum y aun les faltaban unos años para convertirse en grupo de masas; de hecho, los integrantes del trío se alojaron en el hostal Don Suero. Seguro que quienes estuvieron aquella noche en el Acuarium la recordarán con cariño e incluso presumirán de haber visto al malogrado e inolvidable Antonio Flores; «era menudo, delgado y pequeño, pero tenía una energía inagotable, era un auténtico torbellino dentro y fuera del escenario», recuerdan quienes más cerca estuvieron de él en aquella ocasión. Y Burning, que consiguieron un gran éxito en una noche clamorosa en la que encantaron a la audiencia. Realmente, para aquel momento eran conciertos muy avanzados, incluso arriesgados.

Sí, a pesar de ser una discoteca muy alejada del centro era de las más ‘lanzadas’ y abiertas a la novedad. Otro detalle de atrevimiento del Acuarium era que en la pista al aire libre había una especie de jaula para bailarinas exóticas, para las chicas más alegres y desenfadadas. Y también para los mirones, que nunca faltaban.
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