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El acoso escolar

03/06/2015
 Actualizado a 07/09/2019
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En la década de los 70, en los países nórdicos comenzó a utilizarse la palabra «bullying». En España tardó más en llegar tal termino, pero el acoso escolar existe desde hace muchos años, quizás desde siempre. Recuerdo con absoluta nitidez mis años de colegio, las horas de patio en las que los alumnos de primero de E.G.B. se juntaban con los de octavo.

Niños de seis años mezclados con tipos que, en algunos casos, estaban a un cuarto de hora de afeitarse. Aquello fue una licenciatura diaria, balones que volaban en todas direcciones, peonzas, tacos y pelis, chapas, amenazas y algún que otro bofetón suelto. Vamos, como para andar distraído.

Te hacías mayor y el riesgo se minimizaba, especialmente porque eran más los que estaban por debajo de ti que por encima. Sin embargo, siempre encontrabas en tu clase, o en la de al lado, a algún cafre con más músculo que cerebro. Tipos a los que la madurez física les alcanzó mucho antes que la intelectual, esta última dudo que alguno de ellos la consiguiera con el paso de los años.

Recuerdo con especial desprecio a dos o tres de aquellos individuos, estabas con ellos o contra ellos. Y aun formando parte de su grupo, cualquiera podía ser foco de sus burlas, amenazas o agresiones. Cuando te tocaba, apretabas los labios, sujetabas las lágrimas como podías y evitabas la afrenta. Regresabas a casa humillado deseando que al día siguiente fuera otro la víctima.

Esos mismos llegaron a duras penas al instituto y, cuando el crecimiento de muchos de nosotros se puso a su altura, decidieron buscar presas más asequibles. Esos sujetos tuvieron la mayor parte de la culpa, como la tuvimos muchos por tragarnos aquello o por mirar para otro lado cuando no éramos nosotros los damnificados.

De eso se alimentaron, de nuestra debilidad y de nuestro miedo. La percepción que teníamos entonces nos llevaba a pensar que era un proceso natural, un modo corriente de supervivencia, la vida misma. Quizás por eso nunca sentimos que aquellos fulanos que repartían galletas a mano abierta con el menor pretexto fueran unos acosadores.

Hoy, afortunadamente, los tiempos son otros. Pero aún queda un largo camino por recorrer, el suicidio de una niña la semana pasada es un ejemplo de ello. Los finlandeses, que en estos asuntos de la educación nos sacan varios cuerpos, llevan varios años aplicando un método llamado KiVa para acabar con el acoso escolar y el ciberbullying que está revolucionando Europa.

Sin duda, tenemos cosas importantes de las que ocuparnos.
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