Se trata su libro de un diario que no pudo encontrarse hasta casi finales del siglo XIX (1884) en una biblioteca italiana y cuyo relato se atribuye en un principio a Silvia de Aquitania, quien habría hecho una peregrinación similar a la de Egeria. Hasta que en 1903 se le adjudica definitivamente a ésta a través de un importante estudio que contrasta los datos encontrados en el manuscrito con los recogidos en una carta de San Valerio a los monjes del Bierzo donde les menciona a esta monja viajera, proveniente de aquella zona, haciéndoles un resumen de su viaje. Pero ‘El viaje de Egeria’, originalmente escrito en latín vulgar y traducido a idiomas como el español, francés, alemán, ruso, inglés y griego, es mucho más conocido en cualquier otro país que en España, donde hasta ahora mismo no se le ha dado toda la difusión que merece. Y no solo porque se trate del primer libro de viajes reconocido en nuestro territorio, tampoco porque fuera escrito por una mujer que rompió con todos los esquemas planteados para las féminas, allá por el siglo IV, si no por todos los conocimientos que en el mismo nos dejó.

El libro no es una guía al uso, sino más bien un diario en el que va dejando plasmadas sus vivencias acerca de cada una de las intensas etapas de su viaje, el que la lleva prácticamente por todo el mundo conocido a través de las vías romanas, adentrándola en territorios de Constantinopla, Tierra Santa, Egipto y Mesopotamia. Un libro en el que no habla de si misma para dejar testimonio de lo que ve y de lo que admira, en un estilo vivo y directo que aún hoy es capaz de fascinar a quien lo lee. Mujer culta y dotada de una gran curiosidad nos da muestra de un gran criterio propio al no creerse siempre todo lo que le cuentan. Quiere verlo todo, conocerlo todo y programa incluso excursiones complementarias que se salen de las rutas establecidas para llegar a conocer más, preguntando sobre lo que ve y también sobre lo que no ve. Una mujer que se anticipa en muchos al espíritu viajero y descubridor que volvería en tiempos medievales y renacentistas, incluso en la época romántica, para dejarnos en sus crónicas una visión muy personal de lo que entonces era el mundo, mostrándonos además el modo de viajar a través de las vías utilizadas por las legiones romanas, y las formas de hospedaje… Además de una crónica exhaustiva de la realidad monacal del momento con sus distintas aportaciones a la vida religiosa de entonces.
Y ya para concluir hacerlo con la idea de que Egeria, la monja viajera, es un ejemplo de que en todas las épocas han existido mujeres capaces de desafiar los límites establecidos para ellas por sociedades dominadas por los hombres, constituyéndose en un claro ejemplo de valentía y sabiduría tanto para sus coetáneas como para las que llegamos detrás. Solo hay que descubrirlas y dejar que nos inspiren.