Efecto llamada

12/05/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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Todo lo que se propaga en los medios de comunicación, y ahora también en redes sociales, se convierte en un enorme altavoz que hace correr la voz de forma inmediata. El problema es que muchas de las cosas que salen en los medios se analizan de manera sesgada, sólo cuentan una parte de la realidad o incitan a las reacciones de un sector de la sociedad que no se va a poner a cuestionar si es verdad, mentira, o verdad a medias. Y ya sabemos lo peligroso que esto puede ser… Hago esta reflexión por la sentencia contra La Manada, porque desde que el juicio se ha vuelto tan mediático no paran de salir nuevos casos de acoso de todo tipo, de violaciones múltiples, de intentos… que ha generado cierta paranoia entre muchas de nosotras. Entiendo que al dar voz a una, el resto se hayan sentido más fuertes y hayan comenzado a salir muchos otros casos que en su día, bien por vergüenza o por miedo a que no las creyesen, se han mantenido ocultos. Pero ¿no creéis que se está sembrando una política del miedo –más aún del que ya hemos tenido toda la vida– con este tema? Porque para mí, situaciones como: decirle a un taxista que me espere hasta que entre al portal de mi casa, escribir a mis amigas una noche de fiesta para asegurarme de que todas hemos llegado bien a casa, intentar no volver sola de noche a casa… es algo normal en mi vida. Pero, ¿tendría que catalogarlo de normal? Os voy a contar un caso real que me pasó esta semana. Estaba en una tienda donde había una escalera de caracol. Ese día, casualidades de la vida, iba en falda. Y me percaté de que debajo de la escalera se había puesto un chaval –unos 15-16 años– que estaba con el móvil. Mientras subía las escaleras, vi cómo se ponía a hacer fotos. Para verme las bragas supongo. Le dije: «Eh, ¿qué coño haces?», y perdonad la expresión pero me salió de dentro. El chaval, avergonzado, me miró y salió pitando. Realmente este tipo de situaciones pueden pareceros una bobada, típica travesura de adolescente, pero no lo es. Y por pensar que todo son bobadas, que nada es tan grave, estamos donde estamos.
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