Eduardo López Casado: "En el caso de Monseñor el personaje se imponía"

El hermano del artista y Óscar Díez, propietario de El Racimo de Oro, son los impulsores de la exposición que el establecimiento hostelero alberga del ‘pintor del románico’

Joaquín Revuelta
06/12/2018
 Actualizado a 18/09/2019
Óscar Díez y Eduardo López, el pasado martes en el restaurante El Racimo de Oro que acoge la muestra. | MAURICIO PEÑA
Óscar Díez y Eduardo López, el pasado martes en el restaurante El Racimo de Oro que acoge la muestra. | MAURICIO PEÑA
Casi diez años después de su muerte, Monseñor, el pintor del románico, sigue muy vivo en la memoria de muchos leoneses que conocieron a este artista de otro tiempo. Prueba de ello es la exposición que se inauguró el pasado 15 de noviembre y que permanecerá abierta al público hasta el próximo 13 de enero de 2019 en el restaurante El Racimo de Oro, que incluye también piezas del hermano menor de Luis López Casado, que era el nombre real de Monseñor. Pues Eduardo López también pinta y a su regreso a León para disfrutar de su jubilación anticipada por problemas de salud una de las primeras cosas que ha querido hacer es homenajear a su hermano. Para ello contactó con Óscar Díez, el propietario de El Racimo de Oro, que era uno de los lugares que en vida más frecuentaba Monseñor. «En el folleto que hemos sacado con motivo de la exposición también se rinde homenaje al padre de Óscar, Manuel Díez, que tenía mucha amistad con mi hermano. Al final digamos todo se conjuntó para hacer este homenaje, cuyo resultado ha sido estupendo, porque el día de la inauguración la respuesta fue incluso mayor de la esperada», reconoce Eduardo López, que se vio muy gratamente sorprendido por la gran cantidad de gente que había conocido a Monseñor y que no dudó en acercarse hasta el histórico establecimiento hostelero del Barrio Húmedo para compartir recuerdos del pintor de Viloria de la Jurisdicción, que pasó los últimos días de su existencia en una residencia de Villar de Mazarife, y ver la colección de tablas que gentilmente han sido cedidas por particulares, además de las siete piezas que son propiedad de El Racimo de Oro, y una parte de pintura moderna. A todo ello hay que añadir las obras de Eduardo López, que como ha confirmado el artista han sido realizadas a lo largo de año 2018 entre León y Villar.

Eduardo López reconoce que su estilo pictórico difiere del de su hermano Luis, como consecuencia de que ambos han tenido trayectorias personales muy diferentes. «No tenemos nada que ver en cuanto a formación y trayectoria, pero existe algo común, que hemos intentado explicar en el folleto de la exposición, que tiene que ver con una idea de la pintura basada en que la mano del artista es muy importante y tiene que verse la obra como un proceso de trabajo. Monseñor entendía que la obra había que trabajarla y aunque mi estilo es totalmente distinto también lo entiendo así», comenta López, que reconoce que desde el punto de vista formal «no tienen nada que ver», asegura.

Quienes conocimos a Monseñor coincidimos en que aquel artista no parecía de este tiempo, sino que hubiera encajado mejor en la época medieval y quién sabe si hubiera hecho buenas migas con el monje pintor del siglo XV popularizado por el cineasta ruso Andrei Tarkovski en su monumental película ‘Andrei Rublev’. El hermano del artista cree que la explicación está en la formación que desde muy joven tuvo Luis López Casado. «Mi hermano estuvo acogido en la Fundación Sierra Pambley y se formó con Saturnino Escudero, que era un cura que hacía reposteros, trabajaban pergaminos, hacían restauración, y él se formó digamos en ese entorno. En un determinado momento, cuando consideró que tenía capacidad para funcionar por su cuenta, abrió una pequeña tienda en la calle Misericordia donde hacía restauración. Y desde ahí empezó a crear sus propias imágenes, su propia iconografía medieval. Empezó a replicar el calendario agrícola de San Isidoro, hacía cerámica. Siendo todavía un niño iba con frecuencia por la tienda de mi hermano para ver cómo trabajaba», recuerda el más pequeño de siete hermanos , cuya trayectoria personal le llevó primero a un internado en Lequeitio (Vizcaya) y más tarde a Alemania, donde cursó el Bachillerato y se matriculó en una Escuela de Formación Profesional. «Cuando regresé a León seguí con una formación básicamente autodidacta y muy motivada por artistas como mi hermano, Esteban Tranche, García Zurdo, Vela Zanetti, con los que siempre mantuve una relación de amistad gracias a mi hermano. En ese entorno fue donde a mí se me conoció. Más tarde me fui a Asturias, donde pasé 21 años en una empresa de interiorismo, y a mi regreso a León con motivo de la jubilación por enfermedad me he dedicado de lleno a la pintura, descubriendo para mi sorpresa que el sitio no me lo habían usurpado, pues todo lo he encontrado exactamente en el mismo punto donde lo dejé y con mucho interés por parte de amigos y conocidos de ver lo que estoy haciendo, como he podido comprobar en esta exposición homenaje a mi hermano, donde mucha gente acudió también para saber qué había sido de mí», reconoce el artista.

Eduardo López cuenta la anécdota que hay detrás del nombre artístico que adoptó Luis López Casado para firmar buena parte de su obra. «Esto viene porque en una ocasión un anticuario de la Avda de los Cubos, Tino, tenía el primer Dodge Dart que andaba por León y un día aparcaron justo en la puerta del Hostal de San Marcos. Tino, que medía casi dos metros, salió corriendo del coche para abrirle la puerta a mi hermano, que como sabes era pequeñín, y le hizo una reverencia mientras decía: ‘Pase Monseñor’. Estaban todos los bedeles en la puerta y se formó un gran revuelo. Carreras para aquí y para allá al grito ‘¡Que viene Monseñor!’, ¡Que viene Monseñor!. Cuando ocurrió todo aquello tendría 19 años y desde entonces adoptó el seudónimo de Monseñor para firmar sus obras», recuerda Eduardo López, que cree que León supo reconocer el talento de su hermano Luis. «Pienso que una figura como mi hermano en otra ciudad que no fuera León probablemente hubiera sido imposible. Gelete le declaró Popular del año y la respuesta de empresarios y comerciantes fue muy buena porque no hay abogados de prestigio o empresarios de mayor nivel de aquella época que no tengan una tabla de Monseñor. De hecho él vivió de la pintura, no vivió como un marqués pero sí vivió muy dignamente de su trabajo de pintor. Además, los últimos años de su vida, que se retiró a Villar de Mazarife, consiguió que llevaran el Camino de Santiago por esta localidad. Actualmente tiene placa y calle en el pueblo, hay cuatro albergues a consecuencia de esto, aunque tuvo que trabajar lo suyo porque al principio el cura no quería, el presidente de la junta vecinal tampoco quería porque decía que se le metían los peregrinos en su casa. El caso es que lo peleó y consiguió de la Diputación que señalizaran el Camino de Santiago por el ramal de Villar, porque esto es una opción alternativa, el que va por Villadangos y el que lo hace por Villar. Mi hermano trajo toda esta riqueza al pueblo», comenta López Casado, convencido de que la admiración que muchos artistas leoneses profesaban por la figura de Monseñor residía sobre todo en que «el personaje siempre se imponía». «A veces tenía ideas tan peregrinas como que se podía hacer cerámica con una olla express. El resto de artistas le daban la razón y aseguraban que si lo decía Monseñor esto era perfectamente posible».
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