08/05/2022
 Actualizado a 08/05/2022
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Algo tendrá el agua para que la bendigan y algo tendrá este lugar para ser elegido por tantos y renacer, como el Ave Fénix, tantas veces como muere. Hablo de ese punto al que puede llegarse, esquivando encinas y paleras, subiendo desde San Miguel o bajando desde Mellanzos, desembocando en una solitaria construcción mozárabe posada en el rellano de una loma leonesa de la ribera del Esla: el Priorato de San Miguel de Escalada. Cuenta la historia que fue cenobio visigodo, asentado sobre ruinas romanas, y monasterio levantado por un grupo de monjes mozárabes, sobre restos visigodos, y posterior albergue de los monjes de Avignon hasta que, perteneciendo ya al Patronato Real, pasó a llamarse Real Priorato de Escalada. Una larga historia de caídas y remontes, de batallas de poder y religiosas, para tan poco espacio.

Dicen que los monjes procedentes de Córdoba lo levantaron sin inversión ninguna y en solo un año, con la ayuda del pueblo. Simplemente removiendo las capas de historia que escondía el terreno y aprovechando cada piedra, cada losa y cada lápida encontrada. Una obra sin religiones, razas ni lenguas prohibidas porque el silencio de las piedras las hizo iguales. Se abrazaron romanas con visigodas y mozárabes con asturianas. Piedras heridas por lanzas o empapadas de salmos, piedras viejas compartiendo siglo, apretadas entre ellas, sujetándose unas en otras, elevándose hacia cielo en robustos muros, arquerías, columnas y capiteles, en frisos y zócalos o en hermosas tallas… hasta que, curadas las heridas, el Monasterio de San Miguel de Escalada volvió a erguirse sobre el rellano de la loma, resurgiendo de sus propias ruinas, con una amalgama de estilos arquitectónicos tan bien trenzados como un encaje de bolillos.

Si te sientas ante el Priorato, guardas silencio y te sumerges en el tiempo, sentirás cómo a tu espalda rebullen las presencias del pasado, se desperezan y regresan desde el fondo de los tiempos. Una campanilla anuncia el alba y monjes y abades acuden a maitines. En los campos, sus vasallos rompen los caminos con sus carros, trabajaban tierras y recogen cosechas para pagar al Prior con el grano o animales la fumazga, las sernas, los cánones por los préstamos y los fueros. Se oyen soldados a lo lejos, gritos de batalla, ritmo de marcha, toque de trompeta y galope de caballos avanzando entre los chopos de la ribera y a campo abierto, acallando el martilleo del viejo herrero en la fragua. Los perros ladran al paso de los monjes que, en hilera, cruzan ahora la ladera, despertando a jóvenes pastores que dormitan mientras sus rebaños pastan. El ronroneo de sus rezos se mezcla con la sinfonía de agua de molinos que salpican las orillas del Esla y a su paso, San Miguel, Valdabasta, Vega, Cañones, Villalquite, Rueda… y muchos otros, van despertando al paso de sus amos.

Pero si miras al frente, tropiezas con el presente, con la celebración del día del Priorato, como cada segundo domingo de mayo. Hoy, coincidiendo con San Miguel y la fundación de la Asociación Priorato de Escalada que, una vez curadas las piedras heridas, se empeñaron en restaurar el pasado, estudiar y recuperar la cultura etnográfica y las tradiciones de la comarca. Y para que todos sean partícipes de esta labor, crearon la revista Ecos de Escalada en cuyo primer número, su primer presidente, Amado Cancelo, hizo un llamamiento: «buscamos locos enamorados de este pueblo y esta tierra; nostálgicos, viejos y jóvenes… canciones con sabor rancio de tambor y dulzaina; canciones frescas, lecciones de historia y de presente». Su objetivo: «recuperar lo viejo y lo nuevo de aquellas fiestas, con la historia de todos, con los recuerdos de todos». Y encontraron esos locos enamorados que durante más de veinticinco años participan en Ecos de Escalada dejando recuerdos, sabiduría popular, poemas, gastronomía, árboles genealógicos, juegos infantiles ya perdidos, cuentos y tradiciones entre sus páginas. Desde aquellas palabras ilusionantes de Amado Cancelo hasta hoy, con Ana Campos como presidenta, la Asociación ha abierto fronteras y, a las gentes de la comarca, se suman ya los asistentes a todo tipo de actos que El Priorato acoge desde entonces. Sus muros han sido punto de encuentro de músicos, pintores, poetas, fotógrafos… participando de sus numerosos concursos y convocatorias culturales.

Hoy, un año más, los vecinos de ambas riberas del Esla y posiblemente del Porma, acudirán a la romería, subiendo y bajando cuestas engalanadas por mayo, hasta su joya mozárabe, donde serán saludados por doce arcos califales, acogidos en el regazo del pórtico y acompañados por las columnas que sostienen la historia. Y con su pendón como estandarte, la Cruz parroquial en alto y la devoción en las almas, saldrán en procesión al encuentro del Prior Ángel Sahagún, que oficiará una Misa siguiendo el Rito Mozárabe, con la solemnidad y boato de sus textos, oraciones y cánticos propios, en las voces de la Coral Gregoriana del Císter de Sandoval.

Y como colofón, pastas con mistela.
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