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Economía paralela

21/06/2020
 Actualizado a 21/06/2020
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Hace unos días quedé con una amiga, llamémosla ‘equis’, a la que hacía mucho tiempo que no veía y con la que he tenido alguna que otra discusión sobre determinados temas que siempre están a la orden del día: feminismo, política, economía y religión. Sé que no tengo la verdad absoluta sobre ninguno de esos asuntos y que ella tampoco, pero sí tengo la sensación de acercarme más a ciertas realidades sociales, aunque solo sea por el tipo de comentarios que ambas hacemos.

Al poco de reunirnos, ‘equis’ me preguntó qué tal me había ido en el Erasmus, pero agregó un comentario que decidí obviar: «es que los pobres tenemos que estudiar en España». Tras contarle cómo había sido la experiencia, comenzamos a hablar sobre la Universidad y me especificó que su familia pagaba cerca de veinte mil euros por su carrera y la de su hermana en dos privadas de la capital, pero que tenían que hacer sacrificios como «ir a comer solo una vez cada dos semanas fuera de casa» para así hacer frente a estos gastos. A día de hoy, creo que aún se puede visualizar mi cara de incredulidad tras escuchar sus palabras y, más concretamente, al recordar el comentario que previamente había hecho sobre mi estancia en el extranjero.

Como he mencionado anteriormente, creo que estoy más cerca de la realidad social que ella, pese a que, por suerte, nunca he tenido graves problemas económicos en casa. Por ello, al igual que no entiendo el mundo de yupi de ‘equis’, tampoco comprendo el debate en torno a las becas del próximo curso escolar. Aunque ciertos titulares sensacionalistas han provocado que mucha gente crea que el mérito académico ya no va a importar, la realidad es que las becas de excelencia y matrículas de honor seguirán vigentes, mientras que la principal diferencia es que la nota mínima para optar a una beca será de un cinco en lugar de un seis y medio. Quizá vaya siendo hora de que entendamos que la economía es un factor relevante en los estudios y que las becas generales no son premios, sino ayudas, que se otorgan a quienes verdaderamente lo necesitan, no a los pobres que estudian en España, pagan veinte mil euros y solo pueden salir a comer fuera una vez cada dos semanas.
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