antonio-trobajob.jpg

Echar juntos la partida

31/03/2019
 Actualizado a 07/09/2019
Guardar
Ya andamos acelerados. Por las prisas, la enfermedad contemporánea más grave. Y también porque nos hemos adentrado en una etapa política preelectoral. Todo son mensajes explícitos, subliminales y hasta subterráneos. Hay que arrastrar al votante no tanto a que vote cuanto a que me vote a mí, a los míos y hasta a lo mío. Y en este barullo (en portugués ‘barulho’ significa ruido molesto) se nos puede olvidar lo que es principal y lo que es secundario, con el agravante de que esto último además puede ser fuente en la que se envenene lo principal.

Lo esencial es caer en la cuenta de que, tras siglos oscuros, pudimos salir de la selva y de sus leyes. Y que entramos en un proceso imparable, con sus quiebras siempre lamentables, de convivencia entre personas, no de rivales, que se reconocen como iguales y son capaces, no sin esfuerzo, de aparcar sus intereses particulares y aunar energías hacia lo que se llama y es el bien común. Esto es la política y el hacer política. Y aquí es donde aparece el pluralismo, ya que muchos son los caminos hacia el citado bien y muchas hasta las formas de entender ese bien. La diversidad en definir el objetivo y en fijar itinerarios da origen a los partidos políticos. Estos brotan de una ideología, de un ‘gran relato’, que coloca cada pieza del entramado de la cosa pública (y privada) en su sitio. Así se movilizan personas, grupos humanos, medios de comunicación social, instituciones…, que buscarán imponer sus criterios como los únicos y los mejores.

Para alcanzar esa meta a veces parecerá que todo está permitido. También el juego sucio, la manipulación, la mentira, la calumnia, la zancadilla, la demagogia, el clientelismo, la simulación, el postureo. Y el ejercicio sesgado del poder, si se tiene alguna parcela de él. Con todo lo cual resulta que, si uno no es ‘legal’ (en el sentido que le da la gente joven), podemos volver a una nueva selva, eso sí, con leyes ‘civilizadas’ que buscarán excluir al contrario por caminos ya no incruentos pero sí eficaces. Y no se olvide que, en este caso, contrario es el que piensa diferente, no quien se retuerce por sobrevivir como en la selva de marras, aunque ocurra que los comportamientos y hasta los sentimientos acaben por ser similares. De los candidatos oficiales y de quienes coincidan ciegamente con ellos. Y ya tenemos el cisco armado. Me lo comentaba una buena persona de uno de nuestros pueblos: «Si es que ya no podemos ni echar juntos la partida». ¡Maldita sea! Otra vez hemos vuelto a olvidar lo principal.
Lo más leído