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‘Ebauluación’

05/07/2020
 Actualizado a 05/07/2020
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Estas semanas son en las que los jóvenes de segundo de bachillerato se enfrentan, tras un extraño curso marcado por una pandemia mundial que no ha dejado indiferente a nadie, a la temida Selectividad, PAU o Ebau; pueden elegir el nombre que más les guste en función de la generación a la que pertenezcan. En mi caso, fue justo mi año en el que no solo cambiaron su nomenclatura de PAU a Ebau, sino que también modificaron el formato de los exámenes, lo que supimos cuando quedaban únicamente tres meses para hacerlos.

Con el transcurso de los años, aunque para mí solo han pasado tres, vemos aquellos exámenes con cierta ternura y con el conocimiento de que los que te esperan en la Universidad son infinitamente peores, pero no olvidemos los nervios que absolutamente todos hemos pasado antes de hacerlos, especialmente si necesitabas una alta nota para entrar a la carrera. Recuerdo que la noche anterior al primer día de PAU no podía dormirme, pero que cuando hice el primer examen pensé: «¿En serio he dormido fatal por esto?» y, a partir de ese momento, mi única preocupación durante esos días fue lo incómodo que era sentarse en aquellos bancos corridos de madera en los que no llegabas a la mesa, en la que no cabía el folio en vertical, si te apoyabas en el respaldo.

A pesar de que ahora recuerde aquellos exámenes como unas pruebas relativamente sencillas en las que lo más complicado era manejar el estrés, no se me ocurriría criticar que tengan más facilidades quienes se enfrentan a ellas estas semanas tras el desastroso final de curso que hemos tenido. Sin embargo, a sabiendas de que las competencias de educación están cedidas a las comunidades autónomas, aún no me cabe en la cabeza que no haya un mismo examen para toda España si, posteriormente, se puede optar a entrar a universidades de todo el territorio. Quizá esta cuestión debería ocupar más espacio en los debates sobre educación y no tanto si, tras una pandemia, unos jóvenes de dieciocho años pueden o no elegir las preguntas de un examen que, como he explicado anteriormente, no mide el verdadero conocimiento, sino la capacidad de manejar los nervios y de recitar todo lo que aprendiste de memoria días atrás.
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