26/09/2020
 Actualizado a 26/09/2020
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Estoy convencido de que ni en sus mejores sueños, el genuino Antonio Alcántara Barbadillo, hubiera soñado con un encuentro como el de Sánchez y Ayuso rodeado de tantas banderas. Nada más y nada menos que doce banderas de España y otras tantas de la Comunidad de Madrid. Antonio Alcántara, a finales de los años setenta emprendió con la empresa Estandartes y Banderas. Una nueva visión de negocio, una compañía dedicada a fabricar todo tipo de banderas con el boom y la euforia de la España de las autonomías que se estaba mascando durante esos años.

Por aquellos años, todos teníamos una vajilla Duralex. La de casa de mis padres era marrón, y la de mi abuela Inés blanca. Ayer que fui a su casa, me pareció ver en un armario la ensaladera y un plato, en el que estoy convencido que alguna vez también ha comido Dimas.

Dicen que aquellos platos y vasos eran forjados a setecientos grados y enfriados de forma súbita, lo que les daba esa robustez y esa resistencia especial. Pero lo que más llamaba la atención era cuando el descuido llevaba consigo la caída y rotura de una de sus piezas que se desintegraban en mil cachitos que quedaban escondidos en cualquier recodo, y que con el paso de los años aparecían, eso sí, siempre en verano, cuando ibas descalzo por casa.

Un tribunal comercial de Orleans ha puesto en quiebra la mítica empresa. Un clásico más que se nos va y que difícilmente volverá, una parte de nuestras vidas y un elemento común existente en prácticamente todas las casas del país.

Rara era la casa que no tenía esta vajilla y raros son los seres humanos que no conocen ese abanico de platos, vasos y tazas de café. Algo que nos igualaba y unía, porque era muy resistente y salía muy bien de precio. Porque aunque algunos nos hagan creer lo contrario, no somos tan diferentes y casi todos venimos de un entorno común.

Y no somos tan distintos cuando nos preocupan los mismos problemas. Cuando exigimos que se gaste lo que haga falta en sanidad y en educación, cuando tenemos miedo por si los pequeños pillan el puto coronavirus y hacen de trampolín, o cuando lamentamos el cierre de una empresa como Duralex, que sin ser de nuestro reino, la tenemos como propia.

Ayer, el peculiar concejal que se hizo famoso por aquel ‘Unbutu’, hizo un alegato en contra de esas tasas que el ayuntamiento no cobrará a los hosteleros por poner las terrazas en la zona ORA. Según él, el consistorio dejaría de ingresar más de doscientos cuarenta mil euros. Y decían que de esta pandemia íbamos a salir mejores. Ver para creer.

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