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Dudosa la gracia

26/06/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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No son nuevas, pero sí preocupantes, las dificultades que afectan a gran parte de la juventud. El origen está la falta de confianza en este sistema que les da la espalda y que rechazan a su modo. Su identidad es un tatuaje. Su ambición, es lo inmediato: redes, consumo, drogas, sexo, alcohol y un sentido gregario. Cuanta más gente, mejor. Más barullo, más rollo y mucho ruido, para dar a entender lo bien que lo pasan aunque su sentido de la amistad, no va más allá de una puntual complicidad. El acto supremo es el llamado botellón. El clímax de la diversión, la ebriedad y pérdida de la conciencia. Se ha generalizado tanto que los ayuntamientos lo tratan como una chiquillada y lo toleran. Proverbiales son el Genarín y los del campus universitario. Tanto que, cualquier día, lo convierten en un máster y tema de tesis doctoral. Un disparate que tendría más rigor que la tesis de Pedro Sánchez. Otro asunto penoso son las grotescas despedidas de solteros y de solteras –por la paridad–. Tanto unos, como otras, son de borrachera, desatino y zafiedad. No imagino la familia que formará esta chusma, que se pasea con falos y vaginas de goma espuma. Gente apestosa, proscrita en muchas ciudades y que campan a sus anchas por León. Siempre hay un cretino en todo ayuntamiento para abrir las puertas a otros cretinos.

Pero si algo está mal, detrás suele venir algo peor: las peñas que pululan por el casco antiguo dando la murga, arruinado conversaciones y convivencia. Otro regalito del ayuntamiento, que los trae a golpe de talonario. Vienen con megáfono y el garrafón, porque son despreciados en muchos bares. Su rastro: contaminación con detritus, acústica y visual. Pero las peñas son otra cosa. Con su local, adornadas con luces de colores; admiten a la gente; te invitan a algo y, si quieres, echas unas monedas en el bote. En León, aparte de los ‘Pedrines’, no ha habido peña alguna. Hasta aquí la parte graciosa. Ahora la otra, la seria. Si, por casualidad o por desgracia te aqueja un cólico, una jaqueca o una apendicitis, te conviene saber que está perdido. Cuando te lleven a Urgencias, comprobarás que estarán desbordados, atendiendo a muchos mamelucos al borde del coma etílico, y sus respectivos papás, como consuelo. Quedas advertido. Antes de enfermar, elige el día.
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