Drones de carne y pico

Una familia de la localidad leonesa de Navafría se dedica a la cría de halcones, unas aves de las que cada año exportan su producción mayoritariamente a los países árabes

Ángel Alonso
27/02/2022
 Actualizado a 27/02/2022
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La irrupción de los drones en la emocionante actualidad es una puertaque se abre a la utopía (o distopía) de la máquina al servicio del hombre. Robots que ejecutarán todas las tareas, para que nos podamos instalar en el ideal del ocio permanente, quien sabe si de laborar por delegación y cobrar en persona. Sin embargo, se olvida, o no se cae en la cuenta que, desde la noche de los tiempos, la humanidad dispuso de rudimentos naturales, inspiradores de ingenios que mañana, es decir dentro de un cuarto de hora, reposarán en los trasteros de la memoria. ¿Sería disparatado pensar que aves rapaces, águilas ohalcones, desempeñaron en tiempos remotos acciones similares a las que hoy ejecutan estos ingenios voladores? Naturalmente, imposible obviar los profundísimos matices de complejidad entre unos y otros, pero tampoco se han de desdeñar las diferencias socioeconómicas y las urgencias, nacidas de necesidades, en que prestaron y prestan servicios.

Si un ingenio del tiempo -la imaginación misma- hiciera viajar siglos hacia atrás, podríamos ver que aquellos hombres no tenían más que la naturaleza como aliada en sus retos y conflictos. Supieron exprimirla enbeneficio propio, y jugaron con ella a la tecnología punta hasta que sobrevino la herramienta que lo cambiaría todo a velocidad creciente. La máquina de vapor hoy es antigualla, pero quienes la vieron nacer se asombraron de lo que recitaba en futuro.
Así pasa hoy con un pájaro, un halcón, cuyo vuelo, caza y mítica visión de su prodigioso ojo, traslada al presente las maniobras de esos drones que, en la lectura inevitable de la doble intencionalidad del progreso, operan con la bondad y la maldad inherentes a la mano y cerebro del hombre.

La tecnología, por avanzada que sea, ha tenido antecedentes bajo sencillos postulados, no tan sofisticados como eso que, con sobrada vanidad, llamamos lo último. Los avances de la inteligencia dan pasos cada vez más cortos, que estrechan el pretérito y ensanchan el porvenir.

Criaderos de halcones


La historia que aquí se trata es más pedestre. Una aventura de nuestro tiempo que viaja a lomos de ese sueño que es revivir un pasado que teje el presente con los hilos de la fantasía, mucho más colorista que la pragmática tecnología de dispositivos que todavía no ha enseñado del todo las miserias que atisba.
Tiene lugar en una pequeña población de León, Navafría, ubicada en la comarca de la Sobarriba, a unos pocos kilómetros de la capital de la provincia.

Allí se han instalado Benedicto González Yagüe y Flor León Martín. El triángulo lo cierra el hijo de ambos, Elías González León, un adolescente que ha hecho de la vida en el ámbito rural una apuesta vital. Negocio familiar en mayúsculas, y en la maldecida España vaciada. Como para no llamarlo aventura.

Benedicto es el alma mater del tinglado. Practica conmigo un parlamento de hombre inquieto, versado en una vida más allá del campo abierto, que mira todos los días con esa suficiencia que concede la titularidad del horizonte. Pero cuando toca su objeto social de empresa asoma una personalidad que se torna niñez, que no ha apartado de su vivencia, ya adulto, las ilusiones infantiles. ¿Acaso un Peter Pan más? Flor es lo contrario. Pone orden en los sueños de Benedicto. Callada, pero observadora. Cómplice a tiempo completo de su pareja, aunque a veces deslice una mirada hacia escenarios y personajes urbanos y pragmáticos, no olvidados del todo. Pero el rostro dicta satisfacción. Se ocupa de la incubación y cría de los pollos. Elías está en la edad de estudiar. Se forma para el futuro de la granja en un módulo de Formación Profesional especializado en comercio. Despierto, con la inteligencia natural que concede el entorno que le rodea para anticiparse a los designios de la naturaleza. Colabora con sus padres. Los paseos por el monte llenan una existencia que hoy se torna difícilmente comprensible en la mayoría de los jóvenes de su generación. Creo que gana él, sencillamente, porque se le ve feliz en un contexto no contaminado de frustraciones urbanas.Es una jornada luminosa. Un día otoñal cobrado al estío. La luz ayuda a divisar con más nitidez la belleza del campo en estado casi salvaje. Al calor de un sol vigoroso, pero efímero, tres mastines de esta tierra dormitan en la paz del alto en el camino. Un reposo de guerrero, pues la noche ha estado metida en faena. Una manada delobos ha capturado unos cuantos pavos de la granja y los vigilantes han cumplido con su cometido. No se conoce el resultado de la refriega entre cánidos. Solo se sabe que el conteo de las aves da resta. En una amplia extensión, medida en hectáreas, han hecho de la cría de halcones un área de supervivencia. Otra es la reconstrucción de una raza bovina autóctona llamada Mantequera Leonesa. Pero es menester centrarse en la primera de las actividades, porque en la mentalidad urbana dominante en una mayoría de españoles, citar la palabra granja no se asocia, desde luego, a la cría de estas rapaces. Aunque Benedicto rebaja la épica de la exclusividad, cuando comenta que “en España puede haber cincuenta de estos criaderos, de tamaños muy variados”. Como pista, apunta el dato de que los de mayor dimensión fijan una producción anual entre 150 y 200 pollos.La visión atrae hacia unas enormes jaulas llamadas voladeros que, como su nombre indica, ejercitan a los halcones en la más espectacular de sus cualidades, el vuelo, más bien una danza aérea majestuosa. Desde la lejanía se pueden observar puntos móviles muy rápidos. Son ellos y su baile. Hay que abrir conversación. Nada mejor que empezar por el principio. Benedicto huye de florituras: “en casa de mis padres siempre ha habido animales. A los de mi generación interesaron las aves rapaces. Estábamos muy influenciados por los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente. La afición por la cetrería y la conservación de la especie nos movió a criarlos en cautividad hace veinticinco años”.Precio de los halconesCada año gestionan en esta granja o criadero 300 huevos que evolucionan a la cría de 150 o 200 halcones. La producción se destina en un 90 % a la exportación, toda a los países árabes, (Arabia Saudí, Catar, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Kuwait…) donde la posesión de una de estas aves es signo de posición y ostentación. A este respecto, señala Benedicto, que “el precio no tiene que ver con su calidad genética, sino en función de qué y para qué se utiliza. Puede oscilar entre 500 y 10.000 euros, pero se han dado casos excepcionales de llegarse a pagar hasta 100.000 euros”.En su negocio revela que el producto viene a costar entre 250 y 8.000 euros la unidad y que, sumada la venta total, la facturación se eleva a unos 500.000 euros. De las tres familias de halcones, Benedicto indica que cría el Peregrino, el más común y el más utilizado en la cetrería, y el Sacre, originario de Asia. El tercero en discordia, el Gerifalte, procedente del hemisferio norte (Siberia, Groenlandia, Finlandia…) no está en catálogo.El coste de mantenimiento, para este criador, no es caro. “La comida, y poco más. El inconveniente es la amplitud del espacio libre para el entrenamiento. El habitáculo es muy pequeño”.La clientela árabe, afirma Benedicto, es muy exigente. “Seleccionan las aves como un andaluz examina los caballos o un castellano los galgos; es una expresión cultural”.La alimentación se hace a base de roedores, codornices, palomas. Elritual es una grata experiencia. Las rapaces ya instaladas en jaulas individuales comen en la mano enguantada del halconero a cara descubierta. La agresividad imaginada de estos voladores se torna mansedumbre en el acto del yantar. Más espectacular es el proceso en los voladeros, con los más jóvenes, donde los despojos son lanzados al libre albedrío desde las aberturas en unas ventanillas, y a los mismos acuden los pájaros con la imponente estética de la frenada desplegando alas. Es de vital importancia asistir al condumio en absoluto silencio, pues el sofisticado ojo de halcón se confabula con un finísimo oído siempre alerta.

Proceso de cría


En España el halcón es especie protegida, obligada a criarse en cautividad conforme a la estricta legislación europea a la que está adherida. Esta explotación avícola cuida al máximo los detalles de una crianza exclusiva. Añade, en este sentido, el máximo empeño en criarlos con las mayores semejanzas al estado salvaje.

El criador lo tiene muy claro. “El halcón no es agresivo. La agresividad está en función de las necesidades para cazar y sobrevivir. No tenemos problemas en su manejo e instrucción”

“Los halcones –precisa- están anillados e identificados individualmente mediante chips. El organismo que los controla en España, el Ministerio de Transición Ecológica, se asegura que todos los pájaros proceden de cautividad con análisis de ADN o paternidad”.

El trabajo se inicia desde el huevo, que se incuba artificialmente, y la selección o manejo de parentales. Una vez roto el cascarón se les reúne con los padres, para que la crianza sea como si estuvieran en el campo, de forma natural. Se eligen los polluelos más aptos. Cuando empiezan a volar se les ubica en los voladeros para que se desarrollen en un estado salvaje. De ahí se seleccionan y se venden en los mercados interior y exterior. De todo ello hay cumplida cuenta en un croquis poblado de fichas identificativas en las oficinas de la granja. Un auténtico censo que, a primera vista, es puro galimatías.

Cada generación de halcones se vende anualmente. Nacen entre febrero y abril y se procede a la comercialización en agosto. La vida de un halcón de campo puede llegar a casos extraordinarios de longevidad de más de diez años.

El entrenamiento se dirige en esta empresa a la cetrería, pero también a trabajos de control de aves (estorninos, gaviotas, palomas…) en aeropuertos, ciudades, vertederos y superficies comerciales.

“En nuestro caso- dice Benedicto- durante los primeros años los principales clientes eran estas empresas u organismos de control de aves y más tarde dimos el paso a la exportación a los países árabes, muy aficionados a la cetrería, pero ahora se han añadido prácticas deportivas, como carreras en vuelos de 400 metros, una especie de contrarreloj individual, como la de los ciclistas. Pueden alcanzar una velocidad de 60-65 kms/h. Un halcón campeón llega a precios muy altos. Es un deporte para muy ricos, aunque participar está abierto a todos”.

La liturgia de la explotación


La explotación de la familia González-León es fundamentalmente exportadora. Quedó dicho, un 90 % de su producción se coloca en los mercados exteriores en la zona definida como la península Arábiga. No hay otros horizontes, por ahora.

Es un cliente exigente y entendido, adelanta Benedicto, lo que requiere una liturgia muy especial en la presentación del género. Así lo cuenta: “están una semana en la finca, aunque se hospedan en hoteles de León, pero vienen todos los días: comen aquí y beben mucho té. Les preparamos un entorno familiar a base de alfombras y mesas bajas, como si estuvieran en una jaima. Nosotros nos encargamos de sacar los halcones de las jaulas por tiempos y se exponen en una fila de bancos, tapados los ojos con la caperuza. Cada uno de estos expertos o halconeros jefes, los ven, los miden, los pesan y examinan sus colores y plumajes. Recabada la información escogen el ave y se pacta el precio”.

“La mayoría de esta clientela –continúa- repite cada año desde hace una década y pertenece a las familias reales de cada país. La fijación del precio depende del sexo, de los colores, del tamaño y de las aptitudes para el vuelo. A cada halconero le gusta una determinada familia de halcón y suele repetir”.

La selección de las aves a comerciar se hace la segunda quincena de agosto, cuando el halcón está en el punto culminante de su preparación. Se venden a los cuatro meses de nacer, una vez acabada la etapa de desarrollo. Pueden cazar hasta los ocho o diez años.

Los halcones viajan en cajas especialmente adaptadas para ellos con respiraderos y forros de gomaespuma para evitar daños a causa de posibles golpes. Viajan en todo momento con la caperuza puesta para evitar situaciones de estrés.

Los trámites burocráticos para exportar son especiales y exigentes, aclara Benedicto, y precisan de toda la documentación de control que se ha desarrollado durante su crianza en España (ya expuesta), así como los permisos exportadores y certificados veterinarios.

La cetrería en España


Benedicto aporta datos generales sobre la cetrería en España y otrospaíses occidentales. “Hay afición en España –nos dice-. Es el país occidental con más practicantes, pero la media de edad de los cazadores es alta y no hay relevos generacionales”.

Los halcones empezaron a criarse en cautividad entre 1950 y 1960 como medio para reforzar la población salvaje en riesgo de exterminio, especialmente la especie de los peregrinos. En EE.UU. y Alemania estaban casi agotados, y con este procedimiento, se recuperó la especie. También influyó la eliminación de productos fitosanitarios como el DDT. Hoy los principales países exportadores son Gran Bretaña y España, seguidos de alemanes y estadounidenses.

En 2010, la UNESCO declaró la cetrería Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, una iniciativa que partió de varios países, entre ellos, España. Los practicantes se identifican con la doble acepción de halconeros y cetreros, los primeros como instructores y los segundos como cazadores. Hay una tercera denominación: volatero.

El origen de la cetrería se sitúa en China y llega a Europa a través de las invasiones de los godos. Expertos árabes informan de que durante la invasión musulmana de España se adaptó una nueva modalidad de cetrería, conocida como altanería.

El esplendor de la cetrería en España y el resto de Europa duró diez siglos, del VI al XVI. El uso de armas de fuego y el alto coste de mantenimiento de las aves impulsaron la decadencia de esta práctica reservada a reyes y nobles, aunque nunca estuvo prohibida al pueblo llano.

Asia Central es la región que mejor conserva las esencias de este tipo de caza, que, además, forma parte de la subsistencia de núcleos de poblaciones nómadas. Capturan las rapaces utilizando redes confeccionadas por ellos mismos.

Las rapaces son de alto y de bajo vuelo, al ser depredadores de presasdiferentes. Las de alto vuelo son los halcones. Las capturas son palomas, garzas y patos, entre otras. Las de bajo vuelo son roedores o aves lentas. Sus representantes son águilas, aguilillas, azores y gavilanes, entrenados en el posado sobre el guante.

En su entrenamiento, el primer paso es acostumbrarse al contacto humano. El control de peso es fundamental para reducir su agresividad y controlan ese paso alimentándose en el señuelo o guante.

El equipo principal de un halcón está compuesto de morral, cascabeles, lonja, caperuza, pihuelas, (correas que guarnecen y aseguran los pies de los halcones, según la RAE) correa, guante o lúa, percha, señuelo, fiador, transmisor o telemetría y muñequeras.

El primer tratado de la cetrería data del siglo IX. Se conoce como Anónimo Vercelli. Versa sobre el cuidado de las aves. De estos albores de la caza con rapaces es el De arte venandi cum avibus, del emperador Federico II, dividido en tres secciones: nociones sobre ornitología, el arte de la caza y la práctica de la misma, traducción de una obra del árabe Kitab-al-Yawarih.

En España, el primer peldaño bibliográfico fue El libro de la caza, del príncipe de Villena. Destacable también es El libro de la caza de las aves, de Pedro López de Ayala, una colección de treinta manuscritos de los siglos XV al XIX, y que sirvió de inspiración a El arte de la cetrería, de Félix Rodríguez de la Fuente, la obra esencial de la cetrería moderna en España.
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