Dr.Livingstone, supongo

30/11/2017
 Actualizado a 13/09/2019
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Hago bien en titular así esta columna y no podía ser de otramanera, la antropología es uno de los temas que siempre tengo en el tintero, que además me produce algún que otro desasosiego de vez en cuando por no haber cursado estudios en la materia. El pasado verano me sentí un poco Dr. Livingstone, supongo, ya que después de limpiar el jardín de la casa del pueblo me senté debajo de mi ciruelo, un lugar en el que suelo encontrar cierta calma y en donde las ideas fluyen. Fue entonces cuando me di cuenta, acababa de descubrir a la tribu ‘Quetamargu’. Unos seres que se encuentran en todos los hogares del mundo y de los que muchos adultos pueden dar fe de su existencia. Entre sus peculiaridades se encuentra cierta habilidad o maña que les hace muy especiales, llevar a niveles superiores la amargura. Así, de esta manera, comencé a escribir un cuento dirigido a los adultos, ‘Quetamargu, un pueblo por descubrir’. Ahora bien, se acerca el puente de la Constitución y las fiestas navideñas, fechas en las que los ‘Quetamargu’ se activan de manera estrepitosa para sacar a relucir todos aquellos atributos que tanta fama les provoca. Más allá de este cuento, a modo sarcástico, que sirve para despojarse con grandes risas las trastadas de los más pequeños me ha llevado a implantarlo al panorama actual. Pero fíjense ustedes que no difiere mucho de la realidad. Hagamos el proceso contrario, te levantas por la mañana y los ‘Quetamargu’ ahora convertidos en adultos los encuentras en la radio, la prensa, las revistas y por supuesto la televisión, que sirve de puente para la comunicación de masas. Rabietas, acusicas, pataletas, lloricas, ahora te la devuelvo, te voy hacer la vida imposible y un sin fin de ocurrencias dignas de este nuevo pueblo del que estoy hablando. Claro está, que los ‘Quetamargu’, los auténticos, siempre dejan posos de mucho cariño y grandes satisfacciones, cosas que estos otros, no. Así que, regresando al hilo con el que comencé esta columna, el Dr. Livingstone, supongo, nos ha dejado una herencia, un testigo que muchos debemos tomar en esto de despejar o airear, lo que muchos intentan ocultar, vamos, al igual que un ‘Quetamargu’ cuando se esconde después de ‘liarla parda’ y tenemos que andar detrás de ellos para ver donde se encuentra el motivo por el cual se ha dedicado ha realizar algunas de sus barrabasadas e intentar corregirles. Aunque a todo esto, voy a decirles que no hay nada mejor que la sombra de un ciruelo para resguardarse del calor del verano.
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