Dos mitos clásicos a merced del viento de Levante

‘El viento es salvaje’ propone una vuelta de tuerca a la tragedia clásica a través de una lectura contemporánea de los mitos de Fedra y Medea, una obra galardonada con el Premio Max que este miércoles llega al Auditorio Ciudad de León de la mano de la compañía Las niñas de Cádiz

Joaquín Revuelta
16/03/2021
 Actualizado a 16/03/2021
El humor está presente en todos los espectáculos de la compañía gaditana y 'El viento es salvaje' no es una excepción.
El humor está presente en todos los espectáculos de la compañía gaditana y 'El viento es salvaje' no es una excepción.
El teatro regresa este miércoles al Auditorio Ciudad de León con la nueva propuesta de Las niñas de Cádiz, una compañía de teatro que trabaja desde las raíces, fusionando elementos de la cultura popular y el folklore con otros de la denominada tradición culta. Y siempre desde el humor. «Para nosotras, el humor es una manera de mirar la vida, de entenderla, de sentirla… Por más que los temas abordados en nuestras funciones sean universales, trágicos o profundos, no podemos abandonar nunca la risa, es nuestra manera de redondear las aristas de la vida. Es la herencia recibida de Cádiz», sostienen desde la formación gaditana, que acude a León con su nuevo espectáculo, ‘El viento es salvaje (Fedra y Medea en Cádiz)’, que al igual que el anterior, ‘Lysítrata (2.500 años no es nada)’, versión del clásico de Aristófanes, se plantean de nuevo una propuesta teatral de profunda inspiración grecolatina, pero esta vez adentrándose en el género de la tragedia. «En un primer proceso transitábamos por grandes clásicos griegos como Las Bacantes, Hécuba, Edipo... Pero nuestra querencia era cada vez más clara, dos mujeres nos inspiraban especialmente a la hora de conformar la historia que queríamos contarle al público».
 
‘El viento es salvaje’ se representa este miércoles a las 19:30 horas en el Auditorio con entradas a 10 euros y está protagonizada por Alejandra López, Teresa Quintero, Rocío Segovia y Ana López Segovia, esta última también responsable de la dramaturgia y la dirección de este montaje ganador del Premio Max al espectáculo revelación 2020. «Se trata de una recreación libérrima de dos de los personajes femeninos más apasionantes de la historia de la cultura universal: Fedra y Medea, salidos de la mente de Eurípides, que ha sido considerado tradicionalmente como un experto conocedor y hábil retratista de las pasiones femeninas, por lo que la tentación de bucear en estos seres humanos era casi imposible de resistir», señalan desde la formación, que reconocen se han dejado guiar por la fascinación que ejercen estas mujeres que se ven abocadas a cumplir con un destino inexorable, arrastradas por la fatalidad, por una naturaleza genuina y arrasadora de la que no pueden escapar. «Hemos traído estos mitos a nuestro mundo, para que respiren nuestro aire, nuestras circunstancias, nuestros costumbres y nuestras maneras de decir», destacan desde una compañía para la que el humor es parte fundamental de su esencia y de su forma de mirar la vida, un humor que en el caso de ‘El viento es salvaje’ tiene una raigambre resquebrajada, dolorosa... «Podemos decir que con nuestra Fedra y nuestra Medea el humor se hace mítico y jondo, y por el contrario la tragedia adquiere una dimensión cotidiana».Para levantar «este inmenso castillo de emociones», Las niñas de Cádiz han contado con la colaboración de José Troncoso, un viejo amigo de los inicios artísticos de la formación. «Durante los ensayos buscamos historias en nuestras vidas, presenciadas o escuchadas, que tuvieran el eco trágico que buscábamos para hacer una tragedia contemporánea, una tragedia de nuestros días y de nuestra tierra, y surgió una fábula que adquirió una dimensión especial cuando incorporamos  un personaje que en Cádiz tiene un valor prácticamente sobrenatural: el viento de Levante, un viento salvaje que arrastra y enloquece, que aniquila el libre albedrío y convierte a los seres humanos en marionetas arrastradas por la locura», añaden.El resultado, argumentan desde Las niñas de Cádiz, «es una reflexión, ‘lucida’ y ‘jonda’ a la vez, sobre la suerte. Sobre los celos y la culpa, las pasiones y los amores prohibidos. Muchos de los grandes temas de la tragedia están presentes en nuestra obra: el enfrentamiento del ser humano con la divinidad, en un pulso que solo puede conducir a la destrucción de los seres más queridos por haber osado cuestionar a los dioses; el destino inevitable de las heroínas, arrastradas por pasiones que siempre vencen a cualquier razonamiento; el mensajero que trae consigo solo noticias aciagas; la voz del pueblo, que observa expectante, y que comenta en voz alta la debacle de las dos amigas, la destrucción de dos vidas que parecían una sola», señalan.  

Todo ello en verso, recitado o cantado, marcando el ritmo impasible de la tragedia, pero  sin renunciar al humor, «un humor trágico si se quiere, pero humor, siempre presente en nuestro mundo, como una forma de mirar la vida desde un lugar que nos ayuda a sobrellevarla. El humor como herencia de la tierra de donde venimos, y a la que siempre volvemos, inevitablemente: Cádiz. El aliento será trágico, cómo no, pero la función estará atravesada por la carcajada. Porque sabemos que en toda historia terrible hay una paradoja, una contradicción que puede llevar a la comedia; y al contrario, en todo arranque de humor hay un fondo de tragedia».
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