Esta tela “fina y flexible”, fabricada con dos capas de polipropileno y una de polietileno, se utiliza para aislar las cubiertas y tejados de la humedad, explica Juan Carlos, que añade que este tipo de material “funciona muy bien” para usos sanitarios debido a sus condiciones de impermeabilidad. Para asegurarse, los responsables de la iniciativa hicieron llegar al Hospital del Bierzo un rollo de este material para que los profesionales médicos se encargasen de validarlo y de dar luz verde a la confección de material de protección.
Una vez contaron con el visto bueno de los responsables sanitarios, los primeros 15 rollos de material se hicieron llegar, a través de donaciones o con ventas a precio de coste, a los diferentes grupos distribuidos por toda la geografía de la comarca “hasta que nos quedamos sin más”, explica Juan Carlos. Este ingeniero destaca que una de las ventajas del material cedido es que “abunda mucho”. “No es un material que escasee, porque lo hay en cualquier almacén de construcción, y puede servir para salir del apuro”, explica.
Por este motivo, Juan Carlos confía en que la iniciativa pueda llegar a tener repercusión en otros territorios donde la presión asistencial causada por la pandemia pueda vuelva a provocar la escasez de medios de protección a disposición de los profesionales del sistema sanitario. “Esto podría hacerse en cada rincón de España, creo que en estos momentos todos debemos colaborar”, afirma.
Eslabones en la cadena
En el siguiente eslabón de esta cadena de solidaridad, Mari Carmen Mariñas, una de las implicadas en la confección del material de protección elaborado con las telas aislantes, explica que cada una de las batas podía requerir de unos dos metros cuadrados de tela. En las dos últimas semanas, su esfuerzo se ha centrado en la elaboración de estos elementos que en su caso le llegaban directamente a través de Juan Carlos, sobrino suyo. “Mi obsesión era ponerme a trabajar, casi ni comía, no estaba tranquila si no estaba haciendo batas y mascarillas”, explica Mari Carmen, que asegura que esta acción era su “granito de arena” para colaborar en la lucha contra la pandemia. “Me he sentido útil, además de ayudar a los demás, yo creo que me ha ayudado a mí misma”, reconoce.
Tras consumir dos rollos enteros de material, Mari Carmen calcula que el equipo que forma junto a su cuñada Pilar y su amiga Trini habrá sido capaz de confeccionar sobre 300 unidades de batas y calzas, aunque destaca que además de ellas tres hay un “grupo inmenso” de gente colaborando en el mismo objetivo. Cada una desde su casa, estas tres voluntarias aseguran no haber desperdiciado “ni una gota” del material que les llegó. En ese sentido, los conocimientos de Pilar, modista de profesión, fueron claves para reducir el número de costuras de las prendas, de manera que se aprovechase mejor el material y se redujese el número de agujeros practicados a la tela. “Lo hemos hecho lo mejor que hemos podido, yo soy una simple aficionada”, reconoce Mari Carmen, que recibe con una sonrisa las palabras de felicitación de su cuñada. “Ella lo hace igual o mejor que yo”, sentencia Pilar.
Después de que el momento de mayor presión para el sistema sanitario y sus profesionales parezca haber quedado atrás, este grupo de voluntarias ha frenado la confección de batas y calzas a la espera de poder recibir más tela. “Ojalá que no nos necesiten más, pero aquí estamos para seguir colaborando”, explica Mari Carmen, que asegura que sigue inmersa en la fabricación de mascarillas, con un interior hecho de tela “burda y fuerte” de algodón de sábanas antiguas y una parte externa de una microfibra utilizada en la fabricación de bayetas, donada por la empresa de otro sobrino. “Calculo que habré cosido unas 150 mascarillas”, asegura.