20/11/2019
 Actualizado a 20/11/2019
Guardar
Lunes, te levantas con las esperanzas y las incertidumbres más o menos equilibradas. Recoges de la mesilla de noche las mínimas ilusiones. Con esta edad y experiencias ya son asunto de gran riesgo; preparas los desayunos, sirves a los gatos que tan dignamente lo insinúan (es su aristocrática manera de exigirlo) y te tomas tus primeros cafés por ver si, excitando la mínima lucidez que te supones, consigues enfrentar la realidad con el alma cargada de serenidad y la canana repleta de los imprescindibles cartuchos de humor. Pero, ¡quia!, cometes el error de poner la radio y escuchas al Torra (omito señor, porque eso exige mostrar una mínima muestra de dignidad en el comportamiento) contestar chulesca y escatológicamente a una pregunta sobre sus posibles respuestas al Tribunal de Justicia que lo juzga por presunto delito de desobediencia a la orden de la Junta Electoral Central de retirar los lazos amarillos de los edificios de la Generalitat en periodo electoral, diciendo: «Miren señorías… ayer me comí un plato de butifarra con judías bastante contundente y, según las preguntas que me hagan, las cosas saldrán por un lado o por otro». ¡Toma nivel!

Si esta es una respuesta intelectualmente elaborada, si esto es el respeto republicano a las instituciones de un Estado de Derecho, si esta es la educación esperable de un cargo público; si con tanta facilidad un presidente de comunidad autónoma confunde con cinismo y desprecio el razonamiento y deber de verdad con su tubo intestinal y posibles flatulencias y ventosidades, pues casi que sigo siendo monárquicano y, como tal y por otorgarle al Torra el beneficio de la duda, me pregunto si este personaje no habrá estado hasta ahora alterando la normal convivencia en Cataluña expresando ventosidades y expeliendo sus posibles argumentos, espero, en apropiado retrete. Mucho me temo que sí y, lo que es peor, que el Torra habla y representa a una parte de la burguesía nacionalista e independentista catalana.

Siendo así, no es de extrañar que una representante de la juventudes de la CUP (¿unidad popular?) mantuviese en TV3 que «no creen en absoluto en los derechos individuales y colectivos, que sus límites no están en los derechos individuales sino en la razón y la razón la tienen ellos», frase esta que podría encajar en la arenga justificativa de cualquier dictadura. ¡Qué despropósito!

¿Dónde están el sentido común, el espíritu democrático, la buena voluntad? ¡Vuelvan!, por favor.

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos.
Lo más leído