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¿Dónde está el límite?

29/04/2015
 Actualizado a 07/09/2019
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La República Centroafricana está situada en el corazón de África, en medio del continente. Limita con Chad, Sudán, Sudán del Sur, República Democrática del Congo, República del Congo y Camerún. Verdad que suena lejos.

Apenas existe autoridad estatal, en el norte del país no hay colegios desde el año 2006, el 10% de la población ha tenido que abandonar sus casas. Ha sufrido cinco golpes de estado desde que consiguió la independencia en 1960, y el país está inmerso en una guerra entre las guerrillas del norte (musulmanas) y las del sur (cristianas). El conflicto trasciende a la religión, pero esta está siendo utilizada como argumento.

Más allá de la escasa intervención francesa, que ahora dejará paso a cascos azules pakistaníes (los cuales únicamente hablan inglés en una región francófona), no hay quién se interese por el conflicto.

El país está inmerso en un absoluto caos, la organizaciones internacionales denuncian torturas, agresiones indiscriminadas, violaciones, falta de colegios, donde son los padres quienes dan clase a sus hijos; hospitales saturados, hasta los que se tarda días en llegar y donde hay un médico por cada 55.000 habitantes. Más del 50% de la población muere por malaria, cuando, si se detecta a tiempo, bastaría con un tratamiento de tres días. El Índice de Desarrollo Humano del país es de 0,341, lo que lo coloca en el puesto 185 de los 187 países con datos.

Esto es sólo un ejemplo, pero hay decenas de países africanos que viven en permanente conflicto. Todas estas circunstancias deberían llevarnos a comprender porque esas personas deciden huir buscando la esperanza de una vida mejor ante la certeza de una muerte segura.

A los dibujantes de la revista satírica francesa Charlie Hebdo les ha parecido un excelente asunto para la mofa, son así de graciosos. La semana pasada aparecía una viñeta con el siguiente título: ‘Reagrupamiento familiar en el Mediterráneo’, en ella se veía a tres personas de raza negra, una con un bebé a cuestas, que iban cayendo al fondo del mar mientras otra yacía muerta. A su lado, un pez del que salía un signo de admiración y otro de interrogación.
Llevo días buscándole la gracia al chiste y no se la encuentro por ninguna parte. ¿Dónde está el límite de la libertad de expresión? ¿En el lugar que dicta la é tica o donde mandan los tribunales?

En honor a mi libertad de expresión diré: hay que ser despreciable, ruin y repugnante para dibujar algo así. Un par de años en la República Centroafricana le sentarían de maravilla.
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