antonio-trobajob.jpg

Donde aprieta el zapato

24/09/2017
 Actualizado a 19/09/2019
Guardar
Sigamos con el separatismo catalán. No hay más remedio. Dijimos que la tendencia a la desconexión era ante todo hija del apasionamiento. A la contra tiene que haber razones. Adujimos la de mayor peso: el caminar juntos. Sigamos, aun con la conciencia de la esterilidad absoluta del esfuerzo.

No es cosa de exaltar el valor de la unidad en abstracto. Entre nosotros, si revisamos la historia, se comprueba un proceso cultural que alcanza a todos los pueblos de la Hispania y que, con mil traqueteos, acaba por cuajar en una determinada configuración política; esta hoy está concretada en la actual Constitución consensuada (democrática). Es decir, es antes la confluencia cultural que la institucionalización política. Este proceso de civilidad va sellando a fuego la identidad, singular y común, de los pueblos de España. Lo han dicho voces más autorizadas: «Ninguna de las regiones actualmente existentes, más o menos diferentes, hubiera sido posible tal como es ahora, sin esta antigua unidad espiritual y cultural» que se fragua siglo a siglo. O sea, que hemos llegado al presente tras un proceso cultural conjunto, en el que tienen su «culpabilidad» las raíces de la romanización, la coincidencia en algunos intereses comunes, la cohesión para afrontar empresas colectivas, la delimitación de formas unitarias de gobierno y de convivencia, y hasta (alguno diría «sobre todo») la presencia de una escala de valores hija de la acogida de la fe cristiana que se hace «cristiandad» como fenómeno histórico que impregna personas, comunidades y formas cívicas de vida.

Estajustificación de la unidad no puede ser un puñal (por desgracia lo ha sido en algún momento) que yugule las singularidades fácticas y las diferencias ideológicas legítimas, pero sí debe sostener y promover la solidaridad, la defensa de la igualdad, la búsqueda del bien común y el respeto y el afecto mutuos. Y aquí entramos en el equipamiento que urge en este instante. Además de las disposiciones citadas, que han de crecer en la maceta de la buena voluntad y de la lealtad, háganse presentes operantes el rechazo de cualquier forma de violencia incluida la mental, el respeto a la verdad de los hechos del pasado, el espíritu de diálogo sincero y constructivo, y puede que incluso la flexibilidad para revisar el ordenamiento político.

Pero permítanme que uno piense que enel fondo lo que necesitamos todos es una profunda regeneración ética. Que trasciende con mucho el asunto del separatismo. ¿No será aquí donde nos aprieta el zapato?
Lo más leído