13/01/2022
 Actualizado a 13/01/2022
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«La masculinidad vis-a-vis del pene es un constructo incoherente. Aquí proponemos que el pene conceptual se le comprende mejor cuando se le considera no como un órgano anatómico, sino como un constructo social genérico-performativo altamente fluido».

Este artículo superó una revisión por pares y apareció en una revista académica estadounidense. Lo malo fue que se trataba de una broma por parte de dos profesores, Peter Boghossian y James Lyndsay, que se habían empapado de la literatura académica de nuestro tiempo. Desde entonces, los culpables han reincidido con éxito en otras revistas. En 2018, consiguieron publicar un artículo titulado ‘Reacciones humanas a la cultura de la violación y la performatividad ‘queer’ en áreas de juegos para perros en Portland’. El artículo afirmaba que el sexo entre perros en los parques de Portland era una prueba más de la cultura de la violación”.

Uno, que no es profesor universitario, (gracias a Dios), debe ser el más lerdo de todos los lerdos que circulan por el planeta tierra. Pero, a pesar de ello, comprende que el mundo actual ha perdido el norte y qué le será muy difícil hallarlo de nuevo. Las corrientes ‘progresistas’ y de la nueva izquierda han abandonado a los obreros, estúpidos sociales que no lograron entender cuanto bien había en las doctrinas marxistas, y se han decantado por defender a una serie de colectivos que, según ellos, estaban sufriendo los tabúes de toda la historia de la humanidad. Los homosexuales, las mujeres, las minorías étnicas, y los animales, son las nuevas banderas que enarbolan para lograr la libertad, la igualdad y la fraternidad.

Como digo, uno no tiene nada que añadir. Es verdad qué las doñas han estado relegadas y olvidadas durante milenios. Es lógico y es bueno que luchen por conseguir la igualdad con los hombres; lo hicieron y lograron ‘casi’ esa soñada equiparación. Y todo cambió a punto de llegar a la meta. Las doñas se han vuelto locas. No generalizo, porque no es bueno ni justo. Pero los movimientos feministas, sí. Uno admira a las doñas, mucho, más de lo que debiera, seguramente. Pero las admira en igualdad. Quiero decir que ni yo soy superior a ellas y, ¡claro!, ellas no son superiores a mi. Somos iguales porque nuestras diferencias físicas y neuronales son ridículas y, a partir de ahí, se trata de un asunto cultural, no biológico, con lo que es muy sencillo eliminar esas diferencias. Pero el ‘MeToo’ lo embrolló todo de mala manera y sus portavoces entendieron que como todos los hombres somos unos machistas de tomo y lomo, lo menos que tendríamos que sufrir es la condenación eterna en el infierno; y ellas sí generalizan, puesto que no nos libramos ninguno de los hombres que existieron, existimos y existirán. Todavía recuerdo la famosa pancarta en la manifestación del día de la mujer, el 8 de marzo, en plena primera ola de la pandemia, cuándo nadie sabía, (ni tenía idea), de lo que pasaba: «El machismo mata. El virus no».

Lo que más me jode es que las doñas no se enteran de que, los de siempre, las están manipulando. Es muy chungo que desaparezca el faro que guiaba tú vida de la noche a la mañana. Cuando el muro saltó por los aires, muchos intelectuales perdieron su única referencia y tuvieron que inventar otras nuevas para entretenerse y engañar a la gente. De acuerdo: es muy importante ver a los homosexuales como lo que son, personas normales con unos gustos diferentes a los heterosexuales. Es, también, muy importante que las minorías étnicas se sientan iguales a los blancos, pero hay una cosa que se les olvida a todos: se puede actuar en el presente para que el futuro sea mejor, pero no se puede cambiar el pasado, porque es historia y es malísimo manipularla, mayormente porque, aunque lo hagas, nada cambiará.

Lo que es curioso, repito, es la supuesta superioridad moral de todos estos colectivos respecto al hombre blanco, heterosexual: deberíamos, repito, estar todos muertos o, como concesión graciosa, en campos de concentración, a pan y agua y sin follar.

De todas las maneras, leed de nuevo el comienzo del artículo. Es divertido, casi un chiste, y da una prueba inequívoca, de lo fácil que es enredar cualquier asunto serio utilizando un lenguaje hueco y muy, muy rimbombante...

Salud y anarquía.
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