Don Quijote en el país de los locos

Bruno Marcos reflexiona sobre el año de Cervantes

Bruno Marcos
24/05/2016
 Actualizado a 17/09/2019
Orson Welles llevó a cabo una adaptación contemporánea a la pantalla grande de la inmortal obra cervantina.
Orson Welles llevó a cabo una adaptación contemporánea a la pantalla grande de la inmortal obra cervantina.
Hace ya mucho tiempo que Cervantes nos sirve para todo, lo mismo para una cosa como para la contraria, y, en toda suerte de temas o dilemas, lo encontramos siempre del lado nuestro. Llevamos siglos en los que todo español viviente halla a este autor simpático y de los suyos y nunca de los otros. Los de la derecha, los de la izquierda, los del medio, los defensores de la fantasía o los del realismo, los idealistas y los prácticos, los sarcásticos y los críticos, los mordaces, los defensores de las mujeres y hasta los de los animales, todos encuentran en su obra cuanto necesitan para cimentar sus opiniones y teorías. Incluso, cualquier investigador, a poco que escarba, encuentra datos fidedignos para asegurar que Cervantes, o su padre o su abuelo, y si no una tía, eran de su pueblo. Mientras tanto unos pocos españoles, que tienen a gala haber leído el libro entero del Quijote, se pasan la vida recordando al resto que no lo han hecho y que, por eso, son peores personas y peores españoles.

Cervantes fue hidalgo, duelista escapado a Italia, camarero del cardenal Acquaviva, soldado, héroe afiebrado en la naval batalla de Lepanto y manco en ella, o más bien mutilado de su mano izquierda, recomendado por su valentía por Don Juan de Austria y por el Duque de Sessa, cautivo en Argel siempre liderando fugas, funcionario, poeta, dramaturgo, novelista universal y, finalmente, gloria mundial duradera. Adalid, en definitiva, de las armas y las letras, pero, también, judío converso, huido, arribista, sodomita, amante infiel, divorciado, preso, moroso, fracasado, proxeneta, pobre, malhadado, recaudador y corrupto que se apropió de dineros públicos, literato poco reconocido, plagiador y plagiado.

Probablemente sea un tópico como tantos otros que mantenemos, pero inevitable, el fantasear con lo qué diría el propio Cervantes de ver cómo ha sido su posteridad, su gloria sin par, preguntarse qué dirían sus huesos de poder hablar —si supiéramos donde están— al ver las legiones de sus partidarios, su nombre en letras doradas, sus infinitas ediciones, sus estatuas, las calles y los colegios llamados como él, y hasta su premio que, seguramente de vivir hoy, le negarían.

Ahora celebramos los 400 años de su muerte y no hace mucho se promovió la aventura de encontrar los restos de él que antes tiraron. Revolvieron varias osamentas en un convento con gran aparato técnico e informativo para errar a la primera intentona y asegurar, a la segunda, que los despojos que buscaban estaban entre los huesos desordenados de otros diecisiete esqueletos desconocidos. Se gastaron en la pesquisa necrófila buenos dineros que decían que no teníamos y que tan bien habrían ido a los Cervantes actuales que, probablemente, pasan hambre y frío y necesidades hasta el punto de impedirles escribir los quijotes de hoy en día.

Cervantes en el revoltijo de huesos con esos otros diecisiete seguramente se regocije de que este país siga siendo el mismo que él pintase, uno de locos, en el que la historia del más ingenuo de ellos, Don Quijote, se abre paso a través de los tiempos para encantar, como por ensalmo, a los otros locos, a nosotros. Ninguno de ellos nos preguntamos nunca si le gustaríamos a Cervantes, si no haría sátira de nosotros. Ninguno reparamos en cuáles son nuestras novelas de caballería presentes, aquellas cosas absurdas con las que perdemos el tiempo y nos confundimos, o en que si tanto darle vueltas al Quijote no sea otra novela de caballerías, en que de haber algún Cervantes vivo hoy, fracasado de todo como él y sin embargo alegre y gracioso, nos viera como a los lectores del Palmerín leyendo lo que leemos, viendo las películas que vemos, insertos en los debates que tenemos, viviendo como vivimos en el país de los locos.
Archivado en
Lo más leído