Domingo López, el señor de los camiones

Fue uno de los empresarios más ricos y conocidos del país, la justicia le concedió la indemnización más alta de la historia, pero lo más apasionante de la biografía de este leonés de Ancares son sus primeros pasos, cuando entró a la mina sin edad ni permiso paterno

Fulgencio Fernández
08/11/2020
 Actualizado a 08/11/2020
En su despacho, ya era uno de los empresarios más rico del país. | MAURICIO PEÑA
En su despacho, ya era uno de los empresarios más rico del país. | MAURICIO PEÑA
El nombre del leonésDomingo López ocupa páginas y páginas de los periódicos cuando ya es un gran empresario, con numerosas empresas en el sector minero, el del transporte, fincas de caza, bodegas, de construcción o una importante flota pesquera que faena en medio mundo; además de ser el propietario del Banco de Valladolid, que le fue expropiado, luchó judicialmente contra el Estado y ganó, por lo que la sentencia le concedía la indemnización más alta de lahistoria de España.

Pero eso son historias para páginas de economía, artículos sobre empresas; entre los inolvidables de nuestros pueblos y comarcas lo que llama la atención es la biografía de Domingo López en sus inicios, como se fue abriendo camino aquel chaval nacido en unpequeño pueblos de los Ancares, Lumeras, y que falleció en Madrid cuando iba a cumplir 100 años.

«Nací en el pueblo de Lumeras, municipio de Candín. Mi infancia transcurrió en el pueblo, donde mis padres tenían un pequeño negocio de vinos y ultramarinos y también una pequeña agricultura».

Fue, desde los 5 a los 12 años, a la escuela del pueblo, después tuvo que abandonar el instituto de Ponferrada porque enfermó su madre y regresó para cuidarla, estudiando desde casa Contabilidad por correspondencia. «Se me daban muy bien las matemáticas», escribía él mismo, para añadir que «sin edad ni permiso de mi padre entré a trabajar en la mina».

Pero pronto descubrió su espíritu empresarial. «Mi primera aventura fue con 18 años. Con un amigo de mi edad, que vivía en Riello, una zona de gran producción de patatas. Le alquilamos dos camiones a Constantino, de Vivero, para llevar las patatas a Cangas de Narcea, donde se celebraba un mercado diario. Había que estar allí a las 7 de la mañana y hacíamos con aquellos ‘cacharros’ (del año 1930) 170 kilómetros; que nos pasábamos la noche en carretera. Y nada más cerrar el mercado, a regresar para cargar y estar nuevamente allí a las siete de la mañana».

Fueron 4 meses intensos y repartieron 12.672 pesetas limpias, después de pagar todo. Para hacerse una idea de los tiempos compraban las patatas a 10 céntimos (de peseta) y vendieron 668.000 kilos.

Acabó la temporada de la patata y pensó en invertir lo ganado y compró en Asturias cuatro machos primero y otros cuatro después en León «para sacar traviesas de ferrocarril. Y con aquella reata de 8 machos saqué en tres años 39.736 traviesas para FF.CC. del Norte (lo que después sería Renfe) , otras 26.433 para los ferrocarriles de Vía Estrecha de Ponferrada a Villablino y 21.244 travesillas para las vías de minas de Fabero, Toreno, Bembibre y Laciana». Habla en su libro ‘Atraco’ de la potencia de aquellos machos que llevaban por un camino con una pendiente de entre el 9 y el 14% de pendiente para cargarlos en camiones; pero también habla de si mismo. «Yo hice una labor muy ingrata, como era llevar los 220 metros de un estrecho sendero las traviesas a hombros hasta el lugar donde las cargaban los machos. Tenía conmigo a dos mozos de Villarbón, Secundino y Gaspar, buenos mozos, a los que siempre tuve empleados en mis empresas».

Pero en 1933 llegó la hora de ir a la mili, estando allí en la Revolución de Asturias del 34. Se licenció en diciembre del 34 y nuevamente se puso a hacer negocios. «En el municipio de Candín había muchas cantinas, pero ningún almacén de ultramarinos y puse uno en la casa familiar, con dos que habían estado conmigo en las traviesas y una chica de Lumeras. Vendíamos de todo, pimentón de Jaraiz, tocino, lacones, alubias, arroz, orujos y toda clase de licores. Un cántaro de vino de 16 litros costaba 6 pesetas».

El almacén funcionó hasta la guerra civil, que tuvo que incorporarse, hasta 1939. «Comenzaba entonces una nueva guerra para mí, la comercial, pues aquello a lo que me había dedicado desapareció con la creación de la Comisaría de Abastecimientos y Transportes». Y volvió la mirada sobre la minería, que conocía y hasta había sido su primer trabajo. «Por casualidad coincidí en un bar de Ponferrada con un almacenista de Zamora que venía buscando carbón, pues se presentaba un invierno duro y no encontraba trenes para llevarlo. «Sobre la marcha pensé, pues lo llevo yo en camiones. Pero como veían que prosperaba los empresarios mineros querían parte del pastel y decidí comprar mis propias minas».

Volvió a aparecer el Domingo López que encadenaba un negocio con otro y en los años 50 había por las carreteras más de 70 camiones de Transportes Domingo López. Y se convirtió en el mayor empresario minero y de transportes: «Y escriba que jamás tuve una huelga, que al obrero que produce hay que pagarle».

Después llegaron los barcos, la construcción de, por ejemplo, el Barrio de la Luz en Avilés o un buen número de edificios en Cistierna, León, Veneros, Madrid...  Pero ésa es ya la historia más conocida de a quien en tiempos llamaban «el señor de los camiones, pues no dejaban de pasar camiones con su nombre en la puerta y en la visera: Domingo López.
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