15/06/2021
 Actualizado a 15/06/2021
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Hay noticias estremecedoras que conmueven el alma y el cuerpo, que nos dejan sin palabras, que nos llenan de profunda tristeza. Tal es el caso de dos niñas pequeñas arrojadas por su padre al fondo del mar en Canarias o la de una niña de cuatro años recientemente asesinada por su madre con una bolsa de plástico en Cataluña. Las mentes de ese padre y de esa madre tienen que estar muy enfermas o pervertidas para llegar a cometer semejantes atrocidades. Si la violencia ejercida contra cualquier persona es deplorable, tratándose de niños inocentes e indefensos, mucho más todavía.

Sin embargo una parte considerable de nuestra sociedad, políticos incluidos, está también gravemente enferma o deteriorada desde el momento en que asume con total naturalidad, e incluso con contundencia, la muerte de miles de niños totalmente indefensos que se encuentran en el vientre de sus madres. Más de uno me dirá que no tiene nada que ver el matar a niños nacidos con destruir a niños que se encuentran en el vientre de sus madres, como si el niño que ha nacido no fuera exactamente el mismo que está esperando salir a la luz. Su indefensión es aún mucho mayor.

Nunca lograré entender cómo políticos de izquierdas y de derechas o gentes que incluso se atreven a considerarse cristianas son capaces de defender algo tan cruel como el aborto. No cabe mayor perversión del derecho que establecer el aborto como un derecho de la mujer. Es decir, defender el derecho de la madre a asesinar a su hijo.

Alguien me dirá que cada uno es libre de opinar. ¿Acaso nuestra libertad de opinión nos permite justificar las muertes de las niñas que acabamos de mencionar? La auténtica moral no es algo meramente subjetivo, sino que ha de fundamentarse sobre todo en hechos objetivos. Quitar a alguien la vida es un hecho objetivamente grave. Ello no impide que hasta los terroristas traten de justificar sus crímenes.

Tampoco entiendo cómo puede considerarse el aborto como algo progresista, ni la hipocresía de la derecha acomplejada que dice defender la vida, pero en la práctica no hace nada para impedir esta cruel práctica. Soy consciente de que defender la vida en todas sus etapas y con todas las consecuencias supone exponerse a que te llaman facha, retrogrado o intolerante. Pero, aunque la sociedad vaya por otro lado, no podemos tirar la toalla y no nos cansaremos de manifestar muestra total repulsa al aborto, confiando en que algún día la humanidad se avergonzará de este vergonzoso genocidio.
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