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Doble Gaudí en Astorga

06/04/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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Hace unos días apareció en los periódicos la noticia de que en Astorga, en el Palacio Episcopal se había inaugurado una exposición sobre la Sagrada Familia en Barcelona.

Y no me pude resistir. Y es que, además de que profesionalmente aquello que sea Historia del Arte y más especialmente Historia de la Arquitectura, me importa, tengo predilección por todo lo que fue el Modernismo/Art Nouveau y su continuación en el Art Decó, más que por cualquier otro estilo y sin despreciar ninguno, especialmente por lo que supuso de ruptura con todo lo clásico y el adocenamiento que en las artes se había producido en la segunda mitad del siglo XIX. Es admirable ese salto artístico y el juego que dio en todos los ámbitos de las bellas artes, aunque eso no está suficientemente valorado a nivel popular, quizás por desconocimiento, quizás por falta de seguridad en el criterio para hacerlo.

Y como no me pude resistir, a Astorga me fui.

Creo que ya comenté no hace muchas semanas que Gaudí, al que no se le ha hecho justicia mundial hasta hace más o menos sesenta años, desarrolló su trabajo como arquitecto muy mayoritariamente en Cataluña, y solamente tres edificios hizo fuera de ese entorno, uno en Santander y dos en León, si bien fueron obras primerizas en las que, aunque ya se atisban sus especiales capacidades, están aún lejos del esplendor de su obra máxima que es la Sagrada Familia.

Para general conocimiento, un poquito, poco, de historia.

De la mano del obispo de Astorga, originario de Reus como él mismo, proyectó el Palacio Episcopal, obra que venía a sustituir al anterior edificio, que había sido destruido por un incendio.

No llegó a concluirlo, sobre todo porque el fallecimiento del obispo le dejó en manos del cabildo catedralicio con el que terminó rompiendo sus relaciones. La obra fue concluida en 1915, más o menos, con la intervención continuada de varios arquitectos que fueron siguiendo sus trazas.

Diseñado en pleno furor del estilo neo-gótico, o lo que es lo mismo un gótico reestructurado y modernizado, esos elementos medievales están presentes en todo el Palacio Episcopal, pero no en mera copia, sino con esa exuberante capacidad que tenía Gaudí para colmar de detalles las salas, arcos, bases, pilares, vidrieras, y casi cualquier elemento del edificio, de modo y manera que la vista se va de un elemento a otro, arriba y abajo, derecha e izquierda en un baile permanente por el espacio tanto exterior como interior.

Incluso se permitió un guiño a la tierra donde se levantaba el edificio incluyendo piezas de alfarería vidriada en los nervios de los arcos ojivales que conforman el espacio interior. Alguien, hace años, me dijo que los habían hecho en Jiménez de Jamuz, y lo mismo es cierto o no, y solamente es una de las muchas leyendas urbanas que se generan con el paso del tiempo. Reconozco que no lo sé.

Así que, cuando uno visita cualquiera de sus edificios, aunque lo vuelva a visitar, siempre encuentra algún detalle incrustado entre los elementos arquitectónicos, de modo que no solamente son los espacios y los volúmenes, sino también los acabados, siempre intencionados.

Simplemente por eso no me importaba volver a hacer una visita. Añádase la exposición sobre la Sagrada Familia de Barcelona que está montada en la planta de entrada del edificio.

La estructura de la exposición es bastante sencilla y no muy extensa, supongo que tampoco el espacio da para más, pero en todo caso lo suficientemente bien montada como para que los profanos en la materia la entiendan con facilidad.

Los paneles reflejan detalles de todo tipo de elementos arquitectónicos, convertidos en bases sobre las que Gaudí modela, dibuja o colorea. Todo un catálogo de imaginación.

Es interesante ver los vídeos que aclaran la forma de trabajar del arquitecto, casi más escultor. Porque planos, con varias soluciones globales, existen, pero planos en el sentido estricto del papel en el que se reflejan los acabados, no. Y es lógico, pues no es posible poner en las dos dimensiones del papel todas las posibilidades volumétricas que la obra tiene.

Es sabido que Gaudí trabajaba constantemente con modelos en escayola en el taller estudio que tenía anejo al edificio. Con lo que a su muerte sólo una parte de los acabados estaban en marcha y, para colmo de males, en el 36 un incendio provocado los destruyó en buena medida.

La continuación de la obra, muy a trancas y barrancas hasta no hace mucho, topaba así con dos problemas: uno estructural, pues hoy los tiempos han cambiado, ya no hay canteros y era preciso terminarla con lo que hay ahora, hormigón y acero, además de otro evidente, la línea artística de todo lo que aún faltaba, que era mucho.

En esto último, lo que es el interior, que es una exuberante explosión de imaginación, tanto en forma como en color, se sigue la línea gaudiana, supongo, pero no puedo decir más, porque Gaudí, precisamente por su forma de trabajar, y no podía tener otra, no dejó planos ni maquetas suficientes.

Como los tiempos actuales son los de la tecnología, en el centro de la exposición se ha colocado una reproducción por impresora 3D del edificio terminado, que da una buena visión aérea del mismo. Claro que, visto desde abajo, desde ‘la calle’, me deja un tanto inquieto, quizás porque estoy acostumbrado a la imagen que durante decenios nos han enseñado con esas torres finísimas, de cantería ajustada, como lápices afilados, recortadas en el cielo vacío que tantas veces se ha usado como imagen de Barcelona, y que, con la gran cúpula central se va a perder.

Por cierto, en esos avatares que ha tenido la obra, y entre los muchos que a lo largo de los tiempos han ido participando, figura Subirachs, escultor autor de las figuras de Jesucristo y los doce apóstoles de la fachada principal del Santuario de la Virgen del Camino (y de un escudo de España en bronce que había en la fachada de la Delegación de Hacienda, eliminado a mazazos en la transición), y que es quien ejecuta toda la imaginería de la fachada de la Pasión.

En definitiva, para mí, encuentro la exposición corta. Pero como no está montada para mí, sino para ti, amigo lector, te recomiendo que vayas a verla, entre otras cosas porque no vas a tener fácilmente la ocasión de hacerlo en directo (no seáis mal pensados), pues la última vez que visité en vivo y en directo la Sagrada Familia en Barcelona, hace más de 10 años, aunque no había demasiada cola para entrar, dentro parecía que lo regalaran. Y hoy, mejor dicho hace unos meses, la cola de acceso (formada básicamente por japoneses), era de más de dos horas. Fácilmente puede uno imaginarse el resto. Por cierto, no entré.

En fin que, si además, no conoces el Palacio Episcopal, mejor, porque tendrás dos por uno.
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