07/12/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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Mis amigos de fuera de León jamás se creyeron que se tarda casi lo mismo en ir a Salamanca que a Balouta, en plenos Ancares leoneses. Y un poco menos si vas a Pío, en Sajambre. Todo esto es verdad si no eres un inconsciente al volante y respetas los límites de velocidad, claro.

León tiene la suerte de tener un parque nacional en su territorio, dos regionales y varios espacios protegidos, entre ellos las Médulas, que, además, es patrimonio de la humanidad. Fuera de estos lugares con etiqueta, existen dos o tres docenas más donde admirar y respetar a la naturaleza. Es una suerte que muy pocas provincias comparten. Si acaso Navarra, Huesca, Granada, Jaén y pare usted de contar. ¿Qué por qué nombro a estas provincias, incluida la nuestra? Por su diversidad. Un ejemplo: de puerto de Pando a Sahagún no habrá mas allá de sesenta kilómetros y puedes ver alta montaña, una bellísima ribera y toda la estepa de Tierra de Campos. Todo en tres cuartos de hora de viaje.

Al ritmo que vamos en esta nuestra tierra, en pocos años sólo nos va a quedar la naturaleza, porque todo lo demás se habrá ido al cementerio o a la inmigración. Además, para nuestra desgracia, el hombre y la naturaleza vienen siendo incompatibles desde que el mundo es mundo. Cuando éramos cuatro gatos no la importunábamos demasiado, más bien nada; luego, cuando llevamos a cabo la orden de Dios, esa de «creced y multiplicaos», se jodió todo. Sólo algunas culturas de cazadores-recolectores, (por encima de todos los indios norteamericanos), intentaron vivir siempre en armonía con su hábitat. La tierra era su amiga, su despensa, su refugio. Los europeos y los asiáticos, en cambio, la esquilmaron, la destruyeron provocando una deforestación que la dejó a a merced de los elementos, (lluvia, nieve, avalanchas, viento), hasta convertirlas en desiertos, que no sólo son de arena. Sólo algunas zonas se salvaron, como, por ejemplo, las mencionadas al comienzo. Se tarda tanto tiempo en llegar a ellas porque, primero, están lejos, y en segundo lugar, porque las carreteras de acceso son, en muchos casos, demenciales. Eso las ha protegido, sin duda, pero, ¿a qué precio? Vivir allí es una heroicidad y sus habitantes lo saben mejor que nadie. Por eso, la inmensa mayoría se marchó, bajó a vivir a los valles, a las ciudades cercanas o a las lejanas, echando de menos, todos los días, el impresionante paisaje que dejaron atrás. Los Ancares y Sajambre han sido olvidadas por las administraciones desde hace mucho tiempo, desde mucho antes de Franco, a pesar de ser las dos áreas protegidas. Los lugares, por muy hermosos que sean, no son nada sin el paisanaje, sin los hombres. Se convierten, entonces, en sitios fríos, inamistosos, sin fuerza. Las administraciones dejaron morir a estos lugares por vagancia, porque les costaba trabajo hacer obras públicas, porque, ¡total, para cuatro gatos que viven allí!; y así no es extraño que desde León se tarden dos horas largas en llegar. Un incentivo al turismo de naturaleza, (el único admisible), cojonudo. No pretendo decir que se haga una autovía para poder llegar antes: no soy ningún inconsciente; quién quiera acercarse por allí ya debería saberlo. A mí, mayormente, los turistas me dan igual. A mí lo que me importa es la gente que todavía sobrevive en los pocos pueblos que quedan ‘abiertos’. Cuánto tarda en llegar el médico, si el panadero podrá llegar aunque este nevando, qué ocurriría si tiene que ir una ambulancia a recoger a un enfermo grave... Estas son las cosas que de verdad importan a sus habitantes y no si el oso ‘Yogui’ ha cogido una neumonía y entonces sí que se moviliza hasta el ejército y ponen a trabajar para atenderlo hasta un batallón. Está muy bien que en estas reservas de la naturaleza hayan osos, lobos, cabras y cabrones, gallos del bosque y hasta águilas imperiales, ¡no faltaba más!, que para eso la Junta y el Estado lo han conservado así. ¡Y menos mal que los cazadores están controlados y casi no hay furtivos!, que esos sí que son peligrosos y nos terminan enseguida con los bichos. Pero da igual, no dan ni a España, y si no que se lo pregunten a los del valle de San Pelayo, al lado de Riaño, donde fue a cazar un rebeco, creo, el Rey emérito dos o tres años seguidos y no le acertó. ¡Claro!, como no era un elefante de Botsuana y no estaba la moza al lado para animarle, falló más tiros que una escopeta de feria.

Bueno, lo dicho; para los que nos mandan, Ancares y Sajambre están muy lejos, en el culo de mundo y no vale la pena preocuparse.

Salud y anarquía.
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