Disparar al mensajero de la vida

‘Porma’ estaba geolocalizada y era una de las cigüeñas abatidas a tiros en Barrio de Nuestra Señora en la matanza del pasado mes

D.L. Mirantes
09/03/2016
 Actualizado a 10/09/2019
Imagen de archivo. | ICAL
Imagen de archivo. | ICAL
En Marraquech (Marruecos) las cigüeñas (Ciconia ciconia) se instalan en el palacio El Badí. Desde los nidos en las viejas murallas ocres parecen invitar a creer que un día fueron personas malditas que han sufrido un castigo divino. Cuenta la leyenda que un imán vestido con túnica negra y chilaba blanca subió a lo alto del minarete y cometió la imprudencia de blasfemar. Como castigo fue convertido en cigüeña.

Porma nunca estuvo en Marraquech como prueban las más de 43.000 localizaciones obtenidas desde que fue marcada para monitorizar sus desplazamientos dentro del programa ‘Migra’ Seo Birlife. Sus viajes al sur concluían cerca de Gibraltar, en los arrozales en los que huía del invierno leonés. En la primavera regresaba a su ‘casa’ en Barrio de Nuestra Señora, cerca ya de la desembocadura del Curueño en el Porma, del que tomó su nombre.

No se sabe si quien apretó el gatillo vio en Porma la maldición, pero lo hizo con odio, disparó a quemarropa y hasta el emisor ha sufrido las "graves consecuencias" –se han localizado varios perdigones alojados en su carcasa–. El cadáver de Porma está ahora en la Universidad de León (ULE) donde se le practicará una necropsia para recabar más datos útiles para la ciencia y para la investigación del Seprona que se espera ayude a esclarecer la "matanza indiscriminada" de seis parejas de estas aves que se produjo a finales del mes pasado entre Vegas del Condado y Devesa del Curueño.

Porma ya no volará a las islas, como creían los griegos, para morir de vieja y allí adoptar forma humana. Precisamente, si en la mitología ha habido un ave ‘humana’, esa ha sido la cigüeña. Viven cerca de los hombres y tienen la costumbre de cuidar de los ejemplares más mayores o enfermos. Siempre regresan a los mismos nidos, donde la misma pareja, son aves fieles, ponen los huevos y cuidan de los pollos hasta que puedan levantar el vuelo. Tal es su ‘condición’ humana que en la antigua Atenas dieron lugar a la ‘Ley Perlagonia’ –‘pelargos’ era su nombre griego–, una especie de Ley de Dependencia clásica.

Las cigüeñas anidan en los cuentos de Andersen, en las fábulas de Esopo o en los versos de Rafael Alberti La cigüeña anida en las fábulas de Esopo, en los cuentos de Hans Christian Andersen o en los versos de Rafael Alberti "si la cigüeña canta/ arriba en el campanario,/ que no me digan a mí/ que no es del cielo su canto."

Pero quizás quien le cortó a las alas a esta hembra solo sabía que comen de los vertederos, que construyen pesados nidos sobre casas e iglesias. Puede que no supiera que en centroeuropa era costumbre construir plataformas sobre los tejados para que se asentaran porque se creía que protegían del fuego y –como también creían los griegos– que sus almas eran humanas.

El Seprona no ha podido determinar si el autor de los disparos vio algo humano en las aves que sacrificó por un motivo que aun se desconoce. A lo mejor, vio la presunción en la postura del ave, como se veía en la Inglaterra medieval, donde por su cortejo estaba ligada al adulterio, sin más base científica, ya que, como otras tantas especies, se emparejan de por vida. Quién sabe si el verdugo actuó movido por el odio y el asco que suscitan los relatos narrados en Estados Unidos a los hijos de los esclavos y que les contaban que a los vástagos de los blancos los traía la cigüeña y que los negros salían de los huevos de los buitres.

Si la investigación da sus frutos, las autoridades deberán informar al supuesto detenido de que la muerte de estos ejemplares supone un delito contra la fauna que puede suponer una pena de prisión para sus autores de hasta dos años y la inhabilitación para cazar o ejercer su profesión durante cuatro años.

El matarife sabría que era un ave protegida – en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial–, pero no desde cuando. Según la Wikipedia desde la antigua Tesalia, "por cazar serpientes y por la creencia común de que era el ‘pájaro blanco’ de Virgilio". Pero es difícil creer que habrá leído a Virgilio quien a sangre fría termina con la vida del pájaro que nos trae la vida.
Porma tampoco estuvo en París. Pero seguro que en la imaginación de los cientos de niños – y los mayores más románticos– que cada primavera la veían cruzar los cielos de España en dirección al norte imaginaban que venían del hogar de alguna familia, de entregarles su nuevo bebé. Una creencia que arranca en la Edad Media, cuando las aves buscaban alimento en los humedales en los que se suponen que esperaban su turno los niños.

Y tampoco se sabe si el autor de los disparos sabe que no todas las creencias alrededor de la cigüeña son positivas. En el cuento de Hans Christian Andersen ‘Las Cigüeñas’ unos niños se burlan constantemente de unos poyuelos que están aprendiendo a volar y que no progresan demasiado en su aprendizaje. Cada día se mofaban de ellos, hasta el día en que logran mantenerse firmes en el vuelo.

Entonces ejecutan su venganza y hacen llora al niño llevándole un hermanito muerto. Es un ejemplo de los relatos que asocian a las cigüeñas con la venganza hacía aquellos que les infringe algún daño. Y alguien entre Vegas del Condado y Devesa del Curueño ha hecho mucho daño a muchas cigüeñas.
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