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Dignos precarios

07/05/2015
 Actualizado a 16/09/2019
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En los últimos días se ha hablado mucho del trabajo, tanto para los que el día 1 fue fiesta como para los que no. Y es que siempre hay quien lo celebra trabajando, quien hace puente y también a quien no le queda más remedio que festejarlo desde el sofá aunque quisiera ser del primer grupo. Esta vez me tocó el bando afortunado y aproveché para quedar con las amigas. Entre las buenas nuevas tenemos a Laura que ha conseguido ser mileurista en Madrid y a Marina que se ha estrenado como profe de Lengua y Literatura en un instituto.

Con noticias como esta, uno llega con las pilas recargadas al lunes, aunque la primavera lo sea más que nunca y se empeñe en darnos un baño de agua de fría. Con un café y el periódico, el martes comienza más agradable sobre todo si el paro nos da un respiro y la Seguridad Social registra en abril una media de 175.405 afiliados más respecto a marzo, el mayor avance desde 2001. Según ojeo los datos, pienso, «claro, es que Laura y Marina han encontrado curro», aunque en seguida caigo en la coincidencia de la Semana Santa y me viene a la cabeza la confesión de Alba el viernes: «Necesito trabajar». A punto de licenciarse en Psicología, es integradora social con título de Inglés y experiencia ‘en lo suyo’, pero también en comercio, marketing y restauración. Lleva desde octubre en paro y está expectante por la respuesta de una entrevista en Primark.

Releo con más atención las cifras y ahí están los más de cuatro millones que aún siguen buscando. Entonces, abro de nuevo el ensayo de Javier López Menacho ‘Yo, precario’, que curiosamente terminé con el puente y mastico la idea de que esta generación «está condenada a vivir así, combinando periodos estables con otros de máxima incertidumbre».
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