20/11/2020
 Actualizado a 20/11/2020
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Hay días que se pisan y se acumulan los temas. Llevo casi 2 años escribiendo cada semana esta columna y no me quiero imaginar lo duro que sería sacar asuntos en la era pre Sánchez y pre Iglesias.

Ya les dije en una ocasión que esta sucesión de noticias a cada cuál más escandalosa y kafkiana no responde a la improvisación, nada más lejos de la realidad. Todo forma parte de un plan ‘patentado’ por el que fuera asesor de Trump y posteriormente de VOX, Steve Bannon, que acuño su expresión ‘Flood the zone with shit’ lo que en español viene a ser ‘inunda la zona de mierda’ de manera que la opinión pública, cada vez pase página más rápido con cada escándalo y llegue a acostumbrarse, como un pobre perro apaleado, a los agravios.

Hoy los medios de comunicación no paran de hablar de la reforma de la Ley de Educación o Ley Celaá. Una absoluta aberración y afrenta a las libertades de los padres, los derechos de los niños y la protección de los más débiles. Pero este tema tapa el escándalo de hace solo unos días, cuando el Gobierno buscó la complicidad y concurrencia de Bildu, para aprobar los Presupuestos Generales del Estado y así se van sucediendo los temas.

De la Ley Celaá ya tendremos tiempo de comentar, aunque alguna vez ya les he hablado sobre la importancia y el protagonismo que deben tener los padres en la educación de sus hijos bajo una perspectiva liberal. No me cabe duda de que todo este tema terminará en el Tribunal Constitucional.

No quiero que esta técnica del desconcierto y la desinformación me condicione a mí también y no quería dejar pasar la oportunidad de hablarles de dignidad y más concretamente de la dignidad en el seno de un partido político o, si me apuran, cualquier organización.

La gente que militamos o simpatizamos con un partido político, lo hacemos porque compartimos y nos vemos identificados con un 80 u 85 por ciento de sus planteamientos, en el mejor de los casos. No tenemos por qué apoyar todas sus propuestas e ideas, pero valoramos en una balanza ideológica las cosas positivas y cosas negativas de los partidos que nos representan.

Cuando se traspasan todas las líneas rojas y tras tragar con mentiras, derivas totalitarias y deposiciones ideológicas varias, te enfrentas a que los altos cargos de tu partido insultan la memoria de tantas y tantas víctimas de ETA, acogiendo en sus brazos a un partido heredero del terror como es Bildu, el hacer críticas veladas y mostrar discretamente tu indignación, te convierte además de en cobarde, en cómplice.

Es increíble como socialistas con mando en plaza como Fernández Vara, García-Page, Susana Díaz, o Lambán se muerden la lengua y tragan saliva por no enfadar al líder y no arriesgarse a perder un puesto al que les ha costado media vida llegar.

Si algo aprendí en mi etapa como concejal del Ayuntamiento de León es que siempre y en cualquier caso, por encima de los cargos está la dignidad.
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