12/02/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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No merece la pena entrar en una guerra de cifras. Da lo mismo que a la manifestación del 10 de febrero en Madrid asistieran cuarenta mil o cuatrocientas mil personas, porque son, somos, bastantes millones de personas los que deseamos que en España haya cuanto antes elecciones generales. Por supuesto que no se trata de una manifestación contra el Partido Socialista, sino dirigida a su presidente, con el cual muchos buenos socialistas tampoco están de acuerdo.

Tenemos que acostumbrarnos a no idealizar unas siglas cuando las personas que las representan no saben estar a la altura de las circunstancias. También muchos votantes del centro derecha están indignados con sus respectivos partidos por sentirse traicionados por ellos. Así por ejemplo hay un tema que no puede resultar indiferente a cualquiera que crea en la dignidad de la persona humana y por lo tanto en el respeto a la vida en todas sus etapas. Son muchos los votantes del PP que se sintieron traicionados por Rajoy cuando, después de tanto criticar la ley del aborto de Zapatero y Bibiana y de prometer quitarla, la asumió incondicionalmente, eliminando de un plumazo la propuesta bastante más sensata de Gallardón. Y siguen ahora algunos peperos ‘progres’ y acomplejados, en contra de su nuevo líder, haciendo suyas las palabras de la actual ministra de Sanidad, que dice que rechazar el aborto es volver a la Edad Media. Se equivoca Casado, si les hace caso y renuncia o baja el tono de voz ante lo que parecía una clara defensa de la vida. Y, por supuesto, si se deja arrastrar, tendrá el entonces merecido castigo.

A Ciudadanos le preocupa que el aborto se realice con garantías sanitarias dentro de los plazos previstos. Por lo visto hay alguna etapa de la vida en la que el ser humano no vale nada. Y. claro está, si defiendes la vida de los no nacidos, eres un facha. Resulta vomitivo últimamente oír a muchos políticos de uno y otro signo hablar sobre el tema. No es ni mucho menos una cuestión banal. Es una de las claves más importantes para determinar la calidad humana y la catadura moral de los que nos gobiernan o aspiran a gobernarnos. Si su forma de actuar provoca tanta inseguridad al ser humano dentro de la propia madre, ¿acaso podemos fiarnos de que velen por nosotros cuando estamos fuera? ¡Qué hipócritas parecen algunas propuestas que hablan de la lucha contra la despoblación, contra una sociedad cada vez más envejecida o contra el invierno demográfico! Cuando una sociedad acepta el derecho de eliminar vidas y niega el derecho de nacer es que está gravemente enferma.
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