01/11/2022
 Actualizado a 01/11/2022
Guardar
Hace no muchos días, visitando una iglesia en un pueblo de Galicia, me encontré con un confesionario en cuyo frente aparecía el dibujo de una calavera con un texto, dirigido a los penitentes, que decía así: «Cual te ves, tal me vi, Talme ves, cual serás». Al principio me costó entenderlo, pero pronto pude traducirlo. El difunto me dice que algún día él estuvo vivo como yo estoy ahora y que algún día yo seré difunto como lo es ahora él. Resumiendo: que todos somos difuntos en potencia. Por si acaso lo olvidamos, tenemos todo un mes, el mes de noviembre, que nos lo recuerda de manera especial. Antes le llamaban «el mes de las ánimas». La visita a los cementerios, cada primero de noviembre, es un baño de realismo. Pero también puede distorsionar la realidad.

Recuerdo oír hace años a un señor, que acababa de comprar una sepultura, que esa era la mejor inversión que se podía hacer, pues se trata de un casa para toda la vida. Lo vi tan feliz que no quise llevarle la contraria, pero en el fondo me dio pena. Si la meta definitiva del ser humano es ir a parar a un cementerio, apaga y vamos. Habría que reconocer que la vida no tiene sentido. Es verdad que ahora la muerte se ha convertido en un tema tabú y a veces se ponen todos los medios para que pase desapercibida. A ser posible se evita morir en casa y en no pocos casos desde el lecho de muerte en el Hospital se pasa directamente al crematorio y después se esparcen por doquier las cenizas como el agricultor que esparce el abono. Ningún velatorio, ninguna liturgia. Como que no ha pasado nada.

Son muchos los niños jóvenes que jamás han visto un muerto o que nunca han participado en un entierro. La celebración de Todos los Santos o el día de Difuntos les pasan totalmente desapercibidos, de tal manera que la fiesta de los disfraces y de las calabazas están arrasando las celebraciones religiosas. Pero, no nos engañemos, la muerte es una realidad indiscutible y todos tenemos que pasar por ella. Somos difuntos en potencia.

Hasta el presente la historia de la humanidadnos dice que el ser humano siempre ha tomado muy en serio su destino más allá de la muerte, convencido de que hay vida después de la vida. Negarlo no favorece en absoluto la felicidad de las personas ni que seamos mejores, sino todo lo contrario. ¿Pensarán los tiranos que son inmortales? Afortunadamente no lo son y algún día, no muy lejano, tendrán que dejar su poltrona. Pero no vendría mal que todos los prepotentes, orgullosos, egoístas, autosuficientes… cayeran en la cuenta de que son difuntos en potencia.
Lo más leído