20/11/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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La globalización ha impuesto el postureo y la banalidad política con el objeto de quedar bien ante el tribunal de las «redes sociales» y el beneplácito de los gurús del papel couché y de los líderes de las televisiones de los realitys y programas de audiencia edulcorada, por respetar ciertas denominaciones que descalifican.

Este sistema caduco que denota un cambio de era a todas luces porque una de sus características es que la inmensa mayoría del personal no se da cuenta de estos síntomas porque su mirada se mantiene por debajo del punto de mira social, ha fijado su diana sobre aspectos que afectan al medio ambiente como son el diesel y el carbón.

Sobre el diesel todo cuanto se diga es poco cuando vienen las opiniones de grupos que tratan de conseguir subvenciones y centrar la atención en este aspecto para así alejarla de otras cuestiones que merecen una solución inmediata.

Cuando acceden a la política personas poco entendidas la emprenden a cañonazos para solucionar problemas de una entidad menor.

Así hay que tirar con misil al diesel y se hace sin sopesar las consecuencias que se podrían derivar de una política impositiva irracional y sólo como resultado el de recaudar el inmenso agujero que se cierne sobre una política de gasto sin tener en cuenta las consecuencias inmediatas de paro y pérdidas económicas en las diversas actividades.

Aquí el postureo es máximo y se procede sin tino contra el muñeco que sea con tal de conseguir metas demagógicas traducidas en votos y sin tener una alternativa contra aquello que se quiere erradicar, tal y como sucede con las bolsas de plástico que las cobran en lugar de sustituirlas por el papel.

Ahora es la electricidad y las energías alternativas sin dar a la población la solución a un consumo que aumenta y que se encarece de forma exponencial. Ese es el verdadero trabajo de los políticos y no pensar en las puertas giratorias.

No digamos el sector del carbón eternamente machacado, maldecido, vilipendiado y dejado de la mano de Dios sin aportar nada más que soluciones de subvención, jubilaciones anticipadas y dineros extraños, por decirlo de alguna manera que proceden de los impuestos de todos.

La minería es un sector, especialmente en El Bierzo, que ha dado mucho a su región y a España. No merece ser tratada de una forma desconsiderada exponiendo argumentos falaces y poco dignos de aquellos que se han lucrado de ello.

Si en estos momentos el carbón está en el punto de mira de la contaminación, deberíamos pensar que los que tenían los medios adecuados podían haber empleado el tiempo en desarrollar una prospectiva de futuro de las cuencas mineras y prever el tiempo en que deberían ser abandonadas las explotaciones para reconvertirlas en otras industrias rentables y que así paliaran la crisis que indefectiblemente iban a padecer con las repercusiones económicas y sociales derivadas de ello.

No sólo se trata de recoger beneficios, también es planificar el futuro y tener la sensatez de que en un momento determinado se acaba la actividad y hay que reestructurarlo todo.

Naturalmente que este asunto es competencia de todos y especialmente de aquellos que reciben los beneficios de esas actividades rentables de las que no se pueden desmarcar los gobiernos de turno ya que algunos sólo piensan en lo inmediato y en la recaudación y no en la reestructuración y la conversión de las actividades.

Por cierto, la minería del carbón y la reconversión de las zonas mineras bercianas merecerían una dedicación especial de las autoridades provinciales y locales, sobre todo cuando se ha recibido tanto dinero de las arcas europeas.
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