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Diecisiete miradas

29/08/2020
 Actualizado a 29/08/2020
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Gobernar un país durante una emergencia sanitaria como la que estamos viviendo debe ser una losa muy pesada de arrastrar. Estoy convencida de que fuera quien fuese el que estuviera al mando, recibiría un aluvión de críticas desde el otro lado, porque así somos los españoles, radicales, medias tintas no nos van. O eres de aquí o eres de allá; sin embargo, el mando único resulta necesario ante una crisis sanitaria y económica como esta, porque si hemos de sumar desigualdad a la tragedia, podría irnos peor.

Todos necesitamos vacaciones, es humano, han dicho intelectuales de diverso sesgo ideológico. Y sí, es humano necesitar un tiempo para relajarse, pero la cifra de infectados va en aumento, tal vez no porque haya más contagios, sino porque se hacen más PCR y obtenemos más datos. Afortunadamente hay menos fallecimientos y los médicos parecen estar controlando mejor la enfermedad, pero este maldito virus no descansa, por eso no se puede abandonar el mando sin dejar a un buen timonel a bordo con capacidad de decisión y no a un subordinado/a tipo «vuelva usted mañana». Ni Sánchez ni Ayuso ni Casado ni Iglesias debieron largarse sin dejar a nadie en su puesto con idéntico poder de decisión y lo peor, a su regreso no quieren saber nada de críticas mordaces y delegan su autoridad en diecisiete miradas, diecisiete autonomías que siempre han sido muy ‘autonosuyas’ y que se han sorprendido con tal generosidad de mando y no saben muy bien qué hacer. De este modo, según viva usted en Murcia o en Salamanca, le tocarán ciertas restricciones, normas y obligaciones diferentes a las que acataría si viviese en Mallorca o en Motril. La vuelta al cole, la conciliación, los retrasos en el pago del IMV, los ERTE. Estamos muy lejos de alcanzar el equilibrio. La omisión también es una falta. Muchas veces la peor. Como dijo el griego Plutarco hace ya muchos años: «la omisión del bien no es menos reprensible que la comisión del mal».
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