03/01/2017
 Actualizado a 15/09/2019
Guardar
A partir de ahora deberemos acostumbrarnos a nombrar el nuevo año dos mil diecisiete, aunque más de una vez nos equivoquemos y sigamos mencionando el dieciséis. El número diecisiete es sin duda un tanto especial. En primer lugar, es uno de esos números llamados primos, aunque no sean de la familia, que solamente son divisibles por la unidad y por sí mismos. En Italia el diecisiete es el número de la mala suerte, algo así como entre nosotros el trece, y por eso en la mayoría de los hoteles prescinden de él a la hora enumerar las habitaciones.

No sabemos lo que nos depararán los más de trescientos sesenta días próximos, pero, mirando hacia atrás podemos recordar lo que sucedió en fechas semejantes. Así, en el año mil novecientos diecisiete tuvo lugar la revolución rusa que acabó con el reinado de los zares para dar paso, con Lenin, a la dictadura comunista, con todas las consecuencias que esto traería para el futuro de la humanidad.

Desde el punto de vista religioso el hecho más destacado es el acontecido el trece de marzo de mil novecientos diecisiete en que tuvo lugar la primera de las apariciones de la Virgen de Fátima a los tres pastorcitos, al igual que las de los meses siguientes del mismo año. Por eso en este nuevo año se celebrará con toda solemnidad el primer centenario de dichas apariciones, contando con la visita del Papa Francisco a ese lugar tan especial de la vecina nación portuguesa.

Sin duda los dos grandes acontecimientos que son la primera guerra mundial, de la que forma parte la revolución rusa, y las apariciones de la Virgen de Fátima con su especial preocupación por la paz del mundo, nos permiten establecer un cierto paralelismo entre lo ocurrido hace cien años y la situación actual. De ninguna manera deseamos una tercera guerra mundial, ni siquiera una guerra fría, pero de alguna manera se está viviendo una guerra mundial encubierta que no necesariamente lleva consigo el enfrentamiento de grandes ejércitos, sino la guerra de guerrillas en que se está convirtiendo el terrorismo y la guerra psicológica y mediática que destruye los grandes valores de la humanidad. No vamos a decir que sean necesarias unas nuevas apariciones de la Virgen o una especial intervención divina, pero sí una verdadera revolución espiritual cristiana que ayude a encauzar las equivocadas rutas de esta sociedad un tanto extraviada.

Confieso que le tengo especial afecto al número diecisiete por el hecho de haber nacido un día diecisiete. Espero que el año diecisiete sea merecedor de este mismo afecto.
Lo más leído