Dictaduras de la mente

Por Sofía Morán de Paz

Sofía Morán
15/10/2017
 Actualizado a 18/09/2019
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Hace poco más de una semana se estrenaba en los cines la película española ‘Toc Toc’, adaptación de la famosa obra de teatro del autor y humorista francés Laurent Baffie, que cuenta con caras tan conocidas como Paco León o Rossy de Palma.

La trama es sencilla, un reputado psicólogo que sufre un retraso en su vuelo, y un grupo de pacientes con Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) reunidos en la sala de espera de su consulta. Y lo cierto es que no necesita mucho más, porque existen pocos trastornos de la mente que den tanto juego en una comedia como el TOC.

A pesar de que muchos de ustedes puedan pensar que se trata de un trastorno aislado y poco frecuente, les diré que el TOC afecta a un 3% de la población y ocupa el cuarto lugar entre las alteraciones psiquiátricas más frecuentes según la OMS, por encima de la anorexia o el trastorno bipolar. Es, sin embargo, un gran desconocido para la mayoría de la gente, que tiende a minimizarlo y describirlo como simples manías.

Pero para quien no lo sepa, para quien no lo conozca, el TOC es desazón en estado puro. La obsesión es un pensamiento desagradable que se mete en tu cabeza, que te agobia y te atormenta disparando tu ansiedad. Las compulsiones, los llamados ‘rituales’, surgen como única vía de escape para rebajar esa ansiedad, porque proporcionan alivio. Un alivio temporal, pero alivio al fin y al cabo. Los pensamientos obsesivos siempre vuelven, y el proceso se repite.

Imaginen que salen de casa y de camino al trabajo les asalta la duda de si apagaron las luces o cerraron la puerta. Quizá lo dejen estar, o quizá vuelvan sobre sus pasos y comprueben que todo está bien. Pero imaginen ahora que eso se repite una y otra vez, y la idea de que su casa se incendie, se inunde, o sufra cualquier catástrofe les acecha constantemente.

Hay enfermos que llegan a comprobar hasta 500 veces al día, sin exagerar. ¿Imaginan lo que implica vivir así? La dificultad de compaginar una vida (un trabajo, una pareja, estudios…) con todo el proceso obsesivo y sus rituales es enorme.

«La primera vez que la vi… todo en mi cabeza se silenció. Todos los tics, las imágenes constantes desaparecieron.

Cuando tienes trastorno obsesivo compulsivo en realidad nunca tienes momentos de silencio. Incluso en la cama estoy pensando: ¿Cerré las puertas? Sí. ¿Me lavé las manos? Sí. ¿Cerré las puertas? Sí. ¿Me lavé las manos? Sí.

La invité a salir seis veces en treinta segundos. Ella dijo que sí después de la tercera, pero parecía que ninguna vez me había salido bien, así que seguí intentándolo.

En nuestra primera cita, pasé más tiempo organizando mi comida por colores que comiendo o hablando con ella. Pero le encantaba. Le encantaba que le diera el beso de despedida 16 veces, o 24 si era miércoles». Esto es parte de un poema de un joven llamado Neil Hilborn que se hizo viral hace unos años, donde refleja a la perfección lo cómico y lo trágico que supone vivir con su Trastorno Obsesivo Compulsivo.

El poema completo es rápido, ocurrente, inteligente, es divertido y es tierno, pero no, como ya se imaginarán la historia no termina bien. La chica se cansa y se va. Y es que en la mayoría de los casos las relaciones familiares y sentimentales están hechas pedazos como consecuencia de la patología.

Porque lejos de las risas que nos provoca verlo en la ficción de una gran pantalla, el trastorno es real y extremadamente complejo. Quizá les cueste ponerse en la piel del paciente, imaginen entonces compartir vida con quien se siente incapaz de pisar las baldosas agrietadas del suelo, o con alguien que vive atemorizado creyendo que en cualquier momento sufrirá un infarto, o quien se levanta cada noche una y otra vez para revisar puertas, enchufes y grifos. Desazón en estado puro.

Sofía Morán de Paz (@SofiaMP80) es licenciada en Psicología y madre en apuros
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