25/07/2017
 Actualizado a 14/09/2019
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Es probable que mencionar la palabra dictadura a muchos les evoque la figura de Franco, aunque no hubieran nacido cuando gobernó España. Y no es de extrañar que en muchos casos sus progenitores, tal vez convertidos en antifranquistas a raíz de la muerte del Caudillo, antes parecieran estar encantados con el Régimen. Aunque hoy día no sea políticamente correcto pienso que quienes criticamos las cosas malas de Franco mientras él vivía, tenemos derecho a reconocer sin complejos sus cosas buenas, que también las tenía. En todo caso Franco ha muerto hace más de cuarenta años y además tuvo la feliz idea de poner como sucesor a quien conduciría inmediatamente y sin traumas a España de nuevo a una verdadera democracia, es decir, al Rey y con la colaboración de las Cortes franquistas. Nada que ver, por ejemplo, con lo que han hecho Fidel Castro o Hugo Chávez, perpetuándose e incluso radicalizándose las respectivas dictaduras.

Precisamente hoy día resulta escandaloso y vergonzoso el desolador panorama de Venezuela, que nada tiene que envidiar a las dictaduras más crueles de la historia, con el agravante de que estamos en el siglo XXI. Pero lo peor de todo es que en España muchos de los que más critican la dictadura franquista son aquellos que desearían imponer en España el régimen dictatorial bolivariano. Lo cual pone de manifiesto el cinismo de unos, los que lo promueven, y la ignorancia de otros, los que los votan o quienes se coaligan con ellos para que puedan gobernar. O sea, que se critica a dictaduras que felizmente pasaron a la historia y se hace la vista gorda o incluso se defiende a dictaduras con plena vigencia en el mundo actual.

Es preocupante así mismo comprobar cómo no faltan aquellos que, teniendo en sus labios casi de forma permanente la palabra democracia, son verdaderos dictadores. De ninguna manera puede resultarnos indiferente a los españoles la deriva que están tomando los llamados independentistas catalanes. No les negamos el derecho a reclamar la independencia, pero, eso sí, siguiendo los cauces que permite la ley. Lo contrario es un auténtico acto de golpismo envuelto en chulería.

Siguiendo con las dictaduras, una de las más peligrosas es la de la mentira y la ignorancia, dos elementas que fundamentan la conducta de tantos manipuladores y de tantos incautos que hacen posible el nacimiento y crecimiento de las nuevas dictaduras. Resulta paradójico que, teniendo cada vez más medios para estar mejor informados y formados, haya cada vez más tontos.
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