13/11/2019
 Actualizado a 13/11/2019
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Sin duda hoy, día en que escribo, y hoy, día en que usted me lee y, cómo no, mañana y muchas fechas más a partir de ahora serán días que nos exigirán mucha reflexión y, sobre todo, mimo, mucho mimo, a la mesura, la razón y el sentido común. Y no solo en el hacer político, sino sobre todo en la que tengo por más pura y cotidiana esencia de una sociedad democrática: la convivencia ciudadana.

Durante el escrutinio y en las horas y el día posterior he seguido los comentarios políticos (decir análisis sería ingenuo) en los medios de comunicación y en las redes sociales y me pregunto si realmente los partidos políticos son el verdadero reflejo de la sociedad a la que representan o muchos conciudadanos repiten automáticamente, sin conciencia alguna, las justificaciones y ajena culpabilización de los portavoces o líderes de las formaciones políticas por las que sienten preferencia. ¿Somos incapaces de mirar la realidad sin cristal sectario para compararla no con cualquier postal ofrecida por los partidos, sino con el original de nuestros sueños personales sobre este país que, si bien sufrimos, también construimos cada día?

Solo hablan de sí los que menos me gusta oír, esa fuerza nueva que realmente es la verdadera ganadora de estas elecciones y cuyas ideas –siento la obligación ética de decirlo– me parecen poco respetables. En esto sigo y parafraseo el pensamiento de Fernando Savater, todas las personas son respetables, pero no todas las ideas lo son y, para mí, las que propaga esa formación no lo son. Los demás partidos, díganse de izquierda o derecha, parecen desconocer la práctica de la mínima autocrítica, siguen doctos en el reparto de ajenas culpabilidades y, lo que es peor, empecinados en convencernos de que su sectaria ceguera es la verdadera visión, mientras lo que crece, para mí de manera alarmante, es el nacionalismo de todo signo: el separatista y el patriotero, los que ponen en riesgo el orden constitucional, el Estado social y democrático de Derecho, el Estado de las autonomías que, aun sus muchos defectos, aún tan perfeccionable, tanto ha acercado el quehacer del Estado a la ciudadanía. Con nuestros votos, por nuestra elección, recordémoslo.

Sí, sin duda estos días han de ser de reflexión y mimo, mucho mimo, de la mesura, la razón y el sentido común, teniendo muy presente que, más que nunca, cada política palabra, cada público acto es voto que apoya y defiende, o no, las libertades, la democracia y la Constitución.

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos.
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