14/01/2018
 Actualizado a 16/09/2019
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Once años ya se han cumplido para editorial Nórdica, que el editor Diego Moreno alumbró un enero como este apostando por la literatura nórdica y los libros ilustrados. Esa década larga de existencia consolidada por el buen hacer, apuntalada por la buena estrella de haber contado entre sus publicaciones con la poesía del Nobel de 2011, el escritor sueco Thomas Tranströmer, ha estado siempre presidida por un lema hermoso y curioso: «Pronto llegará la nieve. Se siente en el aire». Es deudor, al parecer, de una frase de Hjalmar Söderberg, un escritor sueco muy reconocido y apreciado en su país de origen, que el propio Diego Moreno se encargó de completar con esa sensación quelos leoneses conocemos bien (a lo mejor debería usar el pasado, porque ya no nieva como antes, dicen, y ha habido inviernos en que ni siquiera ha nevado): ese no sé qué que flota en el ambiente cuando la nieve está a punto de aparecer. La mañana en la que yo escribo estas líneas ha amanecido con nieve en la ciudad. Sé que hay mucha gente a la que le ocurre lo que a mí: la lluvia y la nieve les predisponen a la lectura. No hay mayor placer que el de que la lluvia o la nieve te pillen con un buen libro entre las manos. Aunque tal vez sí: que además de un libro tengas la suerte, mientras los copos caen lentos y rítmicos, de oír crepitar el fuego en una chimenea. Un día de nieve es perfecto para encontrarse con la poesía. Con los versos del poeta búlgaro Alexander Shurbanov: «La carretera/está cubierta de nieve/como si no existiera/como si la hubiéramos soñado. / Encima del árbol/ se ha posado una corneja. /Es negra. /No la ha tocado la nieve». Tal vez con los del norteamericano Robert Frost: «La forma en que un cuervo/ sacudió sobre mí/ el polvo de nieve/desde un abeto/imprimió a mi corazón/un cambio de humor/y salvó alguna parte/de un día que había lamentado». Y, sobre todo, con los de Ángel González, que se fue hace justamente una década: «Quisiera estar en otra parte, /mejor en otra piel, /y averiguar si desde allí la vida/ por las ventanas de otros ojos/se ve así de grotesca algunas tardes».

Suena el eco de una radio y la realidad se empeña en llamar insistentemente a la puerta para machacar esos ratos afortunados de nieve y de lectura. Creo que a Trump (Donald, no vaya a ser que haya algún otro) y a sus secuaces les hace mucha falta Ángel González: «Desearía mirarme/con las pupilas duras de aquel que más me odia/para que así el desprecio/destruya los despojos/de todo lo que nunca enterrará el olvido».
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