Diario de un cura rural

Vicente Miguélez, al frente de 16 parroquias de la Diócesis de Astorga, es uno de los exponentes de los efectos de la crisis de vocaciones sacerdotales lejos de las ciudades

Ical
04/05/2019
 Actualizado a 16/09/2019
Vicente Miguélez, sacerdote en la comarca de la Carballeda, enciende las velas al inicio del servicio religioso en Villalverde. | ICAL
Vicente Miguélez, sacerdote en la comarca de la Carballeda, enciende las velas al inicio del servicio religioso en Villalverde. | ICAL
Son las seis de la tarde de un miércoles primaveral en Villalverde, un pueblo en pleno corazón de la comarca zamorana de Carballeda, y una docena de mujeres esperan a la solana de la ermita de San Tirso la llegada del señor cura. “Es la única misa que tenemos esta semana y hay que aprovechar”, asegura Laudelina, que a sus 81 años confiesa que es una de las más jóvenes de las que “siempre” cumplen con la Iglesia.

Congosta de Vidriales, Cubo de Benavente, Donadillo, Donado, Dornillas, Espadañedo, Faramontanos de la Sierra, Gramedo, Justel, Molezuelas de la Carballeda, Muelas de los Caballeros, Peque, Quintanilla, Uña de Quintana y Vega del Castillo, además de Villalverde, son las 16 parroquias asignadas por la Diócesis de Astorga a Vicente Miguélez Miguélez, un cura de los de pisar boñigas, como el mismo reconoce, y que sabe bien lo que es el don de la multiplicación, ya que antes de llegar al arziprestazgo de Sanabria-Carballeda, atendió a una treintena de parroquias de la vecina comarca leonesa de La Cabrera.

Más de 800 kilómetros a la semana en un ir y venir constante por carreteras salpicadas de corzos, jabalís y algún que otro lobo para estar al lado de sus fieles, para llevar la comunión a enfermos y ancianos y para celebrar la eucaristía, pero también para impartir la catequesis a los niños de la primera comunión y preparar la confirmación de los adolescentes. Por si fuera poco, el no parar de Vicente se complica cuando en su apretada agenda hay que hacer hueco para dar el último adiós a un vecino.“Por desgracia, la realidad manda. En una comarca tan envejecida lo que más abundan son los entierros y recuerdo un día que tuve que oficiar hasta siete. En ocasiones así me gusta estar junto a mis feligreses”, asegura Vicente, que recalca que este “trajín” le motiva. “Después de 22 años de sacerdocio, lo que realmente me sigue llenando es poder ayudar a mis vecinos y estar a su lado. Mientras mi cuerpo resista, seguiré con este ritmo”.Vicente, que en casi todos los pueblos cuenta con algún seglar como ayudante y tiene un grupo de WhatsApp para comunicar cambios de última hora, reconoce que en parroquias como Quintanilla de Justel o Vega del Castillo, donde en invierno no viven más de diez personas entre las dos, la misa dominical sólo “toca” una vez al mes y, en el largo invierno, siempre que la nieve lo permita.La acumulación de parroquias con sacerdotes cada vez más mayores -en la diócesis de Segovia uno de cada cinco sacerdotes tiene más de 75 años- es una tónica provocada por la crisis de vocaciones en la Iglesia, que sigue sin tocar fondo. Se trata de un proceso continuado que en el caso de Castilla y León se ha acentuado aún más, ya que a la reducción de ordenaciones -cinco en 2017, por las 15 de 2007- se ha unido el descenso del número de sacerdotes diocesanos en un 27,5 por ciento, al pasar de los poco más de 2.000 actuales a los casi 2.900 de hace una década.Ante esta situación, algunas diócesis han comenzado a tomar medidas y, al igual que el mercado laboral, en algunos casos se recurre a los extranjeros para ejercer la labor pastoral. En España, a día de hoy, sirven unos 1.500 curas extranjeros, principalmente hispanoamericanos, que supone más del 8 por ciento de los 18.164 sacerdotes, aunque en Castilla y León esta presencia es testimonial.En la Diócesis de León figuran en la actualidad cinco sacerdotes extranjeros con encomienda pastoral temporal. Dos de nacionalidad venezolana, que atienden la acción pastoral en parroquias del arciprestazgo Omaña-Órbigo, y que se encuentran en la diócesis por estudios, y otros tres originarios de Costa de Marfil, también en estancia temporal por estudios, que atienden en parroquias del arciprestazgo Centro-Esla.Además, en los últimos cinco años se han ordenado cuatro nuevos sacerdotes extranjeros que sí están incardinados en la diócesis y que son originarios de Guatemala, Costa Rica, Polonia y El Salvador, además de dos diáconos permanentes de Uruguay y Costa Rica, también incardinados.

En Burgos son siete los sacerdotes extranjeros que, aprovechando sus estudios, están al servicio del obispo, en Valladolid son cinco -dos polacos, un brasileño, un venezolano y un indio (oblato del convento de El Abrojo en Laguna de Duero); en Ávila son dos y uno en Salamanca, también oblato de la comunidad de San José en Linares de Riofrío. En Osma Soria, Zamora y Palencia no hay sacerdotes extranjeros.

Para el obispo auxiliar de Valladolid y secretario de la Conferencia Episcopal Española, Luis Argüello, la crisis sacerdotal no es una crisis aislada, tiene que ver con la situación de la Iglesia, que es nueva, en una sociedad secularizada. “La Iglesia es ahora más pequeña, pero también más consciente de la importancia de las vocaciones, no solo las sacerdotales, sino también de las vocaciones al matrimonio, por ejemplo”, apuntó.

A su vez, indicó que las medidas que se están tomando tienen que ver con la evangelización y la promoción pastoral vocacional y otras más organizativas, encaminadas a una mejor distribución de los servicios y de las personas. “En principio no nos planteamos la venida de sacerdotes de otros países, porque todavía hay una llamada a una salida misionera por nuestra parte”, afirmó.

Además, sobre los efectos que la falta de sacerdotes está teniendo sobre el medio rural, Argüello aseguró que por una parte se están agrupando los servicios parroquiales y, por otra, “siendo conscientes de que en la convocatoria de la celebración dominical no siempre puede haber eucaristía, sino celebración de la palabra, en la que no es necesario un presbítero”.

Cardenal Blázquez

En este sentido, el propio obispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, el cardenal Ricardo Blázquez, reconocía la gravedad del problema de la despoblación en Castilla y León y señalaba que la atención pastoral de muchos núcleos de población se convierte en un “reto”. “Cuando muchos pueblos están llegando al límite de reducirse al mínimo y el número de sacerdotes es también pequeño, la respuesta es urgente”, asegura.

En una reciente pastoral, Blázquez también afirmaba que la nueva situación “nos exige adaptaciones a veces dolorosas pero inaplazables”, y a la vez que agradecía a los sacerdotes el esfuerzo que vienen haciendo, advertía de que no es bueno que el “presbítero vaya corriendo de una parroquia a otra para celebrar deprisa en el mayor número posible de lugares en el escaso tiempo disponible”.

En este sentido, argumentaba que “la cura pastoral no se reduce a la Eucaristía del domingo; sino comprende también otras actividades como la visita a los mayores y enfermos, la oración y el culto, sin olvidar que los medios de comunicación pueden ser también una oportunidad para la información religiosa, la formación cristiana y las celebraciones de la fe.

El arzobispo de Valladolid también recuerda que la celebración normal del domingo es la eucaristía, pero cuando no es posible, propone que los laicos presidan las celebraciones, práctica es habitual en muchas parroquias, “donde se alterna la celebración de la eucaristía y de la palabra de Dios”.
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