30/04/2015
 Actualizado a 11/09/2019
Guardar
Y ha llegado mayo. Ahora empieza lo bueno. En poco más de una semana, la jeta de los políticos rojos, azules, naranjas, verdes y violetas colonizará las calles. Sin poder evitarlo, su rostro sonriente se cruzará con el suyo mientras conduce hacia el trabajo. Le mirará a los ojos y en confianza, de tú a tú. Habrá alguno con bigote postizo o quizás serán unos originales cuernos adornando un peinado de peluquería. Pero su mirada será la misma, intacta, confidente. Porque sí, no se equivoque, le está observando. Es a usted. Cada día será más común cruzarse de camino a casa, le verá más cercano y ya no se preguntará: ¿y este quién es? Le conocerá, le pondrá nombre y apellidos, sabrá quién es su gente.

Un día se levantará tarde. Llueve. Irá a la ducha y no saldrá agua caliente. ¿Será la bombona? Tomará un sorbo de café y cogerá su coche deprisa. Mierda, semáforo en rojo. Frenará en seco, justo en ese maldito charco de todos los días, se cagará en todo al mirar el reloj y allí estará: su careto impasible, impermeable. Las lágrimas le resbalarán por la mejilla sin modificar su expresión. Será el momento de entablar conversación, por llamarlo de alguna manera. «Si te voto, arreglarás de una puñetera vez este bache que lleva aquí desde que firmé la hipoteca, ¿quién me mandaría?».

Verde, arranca. Siguiente cartel. «Si te escojo a ti, subirás las ayudas sociales y contribuirás a que la pensión de mi padre alcance para las medicinas». «Tú fomentarás el empleo juvenil a ver si la niña encuentra trabajo y no tiene que volver a coger el macuto». «Y tú promoverás campañas de respaldo a la minería que harán que mi vecino pueda dormir tranquilo».

Y todos asienten.
Lo más leído