Detrás de toda gran obra

25/01/2018
 Actualizado a 14/09/2019
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Detrás de toda gran obra hay unos guantes amarillos y un currito de a pie, anónimo, que espera el final de los fastos para desmontar en la misma soledad que se adelantó al inicio de los fastos para montar.

Y sonríe el currante que espera para ponerse los guantes cuando una mujer le grita «guapo» al presidente; y le da un consejo: «¿Por qué no le llama inteligente? hasta él se lo agradecerá más».

Pero habitualmente callan ypiensan.Alguna vez hablan y tiembla el misterio. Recuerdo la salida de un periódico a la calle, las autoridades esperando para verse en las páginas, el párroco con el hisopo ya en alto, el dueño ancho como si nunca hubiera pasado hambre, los periodistas esperando a los pinchos... y uno de los carboneros (así les llamaban a los trabajadores del taller) murmura: «Si ahora no metemos en el primer cuerpo la cuña de madera esto empieza a traquetear y no sale ni un ejemplar». Y es que toda la ciencia de Carolina, que así se llamaba la rotativa de segunda mano, se equilibraba sobre una cuña de madera que debía de colocar en su justo momento otro dueño de unos guantes amarillos que esperaba el hisopazo del párroco para que el mundo comenzara a girar.

Quédate cuando se apagan las luces de los camiones espectáculo de las grandes orquestas o los conciertos de las grandes estrellas. Las tripas son terribles pero llegan los dueños de los guantes amarillos y todo encaja perfectamente, cada cable en su rincón. Si ellos no enchufan... adiós la magia de la voz.

Marchó el presidente. Se fue quien le gritó «guapo». Los invitados ya lo cuentan tomando un vino por los bares cercanos... Y el currito se pone el guante
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