03/05/2020
 Actualizado a 03/05/2020
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Más de cien películas tengo apuntadas en una lista como ‘pendientes’ y durante este confinamiento solo he visto una. Un año y medio después de su estreno, el miércoles me digné a darle al play a ‘El reino’ de Rodrigo Sorogoyen y, a decir verdad, me arrepiento de no haberlo hecho antes. Aunque la calidad de los largometrajes o de los actores en cuestión no se define por el número de premios que reciben, en este caso no es de extrañar que la película fuera galardonada con siete premios Goya en la pasada edición de 2019.

Sin querer adoptar la postura de un crítico cinematográfico, he de decir que estuve durante poco más de dos horas totalmente enganchada a la pantalla de mi ordenador disfrutando de este largometraje cuya trama se nos hace tan conocida: la corrupción de los partidos políticos españoles. Sin embargo, esta vez no lo vemos desde el punto de vista de la ciudadanía indignada, sino desde la de un político corrupto, interpretado por un magnífico Antonio de la Torre, que utilizan como cabeza de turco para que la trama de corrupción no termine salpicando a todo el partido.

Y tú, como espectador y persona que siempre ha criticado estos robos que nuestros políticos han llevado a cabo de forma prácticamente constante, te sorprendes a ti mismo deseando lo mejor para este personaje que está imputado por varios delitos. Sin embargo, este thriller demuestra que la corrupción no solo se da en las altas esferas, sino también en las bases de la sociedad, lo que comunmente denominamos ‘picaresca española’, y en los grandes medios de comunicación, cuyo pilar debería ser la independencia del poder político, pero, como se repite varias veces en la película, lo que ocurre es que «el poder protege al poder».

En definitiva, como expone el cartel del largometraje ‘los reyes caen; los reinos continúan’ porque, en mayor o menor medida, formamos parte de un sistema en el que todos terminamos cometiendo, a pequeña escala, los mismos delitos que criticamos en las grandes esferas, que cuentan con la protección de otros de su mismo tamaño y poder, en vez de ser destronadas por sus más que punibles actos.
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