06/03/2017
 Actualizado a 14/09/2019
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Después diréis, que somos cinco, ó seis». Lo cantaban los manifestantes (un buen número, sí señor) contra el ayuntamiento de León por su actuación sobre la plaza del Grano. Sin entrar al fondo del asunto, que ya se ha hecho hasta la saciedad, se constata aquí la falta de empatía de unos ediles que ni siquiera admiten la posibilidad de que alguien más que ellos tenga razón, o razones, para su actuación en una plaza pública. Y arremeten contra los díscolos, intentado menguarlos y descalificarlos: Son cuatro gatos. Los de siempre.

¡Qué falta de tacto! ¡Qué inconsistencia! Para «los de siempre» la única diferencia de este hoy con aquel franquismo tardío es que hoy no nos sacuden la badana por un quítame allá estas pajas. Lo demás, es «idem de lienzio». Aunque, a estas alturas, tal vez duelan más los desprecios que los empujones, sobre todo si el litigio surge por una cuestión estética que, al fin y al cabo, es lo más hermoso por lo que se puede salir en protesta. Gracias les tendría que dar el ayuntamiento a aquellos que, gratis et amore, se pronuncian y aportan sus ideas acerca de una u otra actuación en el mobiliario público, en vez de mantenerse al margen como si nada les importara. Atrincherarse en los estudios técnicos, no es propio de cargos electos por el pueblo.

Entre esos «cuatro gatos» o «los de siempre» tal vez se encuentren algunos de los que han votado a esos mismos que ahora los desprecian. Tal vez un vecino, el padre de un amigo de tu hijo, el cuñado de tu hermano, el profesor de geografía del instituto del que fuiste alumno, se encuentren entre ellos. Desde luego, algunos de los nombres que firman la protesta no tienen nada de indignos, ni de provocadores, ni de necios. Y mucho me temo que quienes figuran debajo no lo harían si pensasen lo contrario. De modo que aquí el fallo se encuentra en quienes hacen caso omiso de las protestas.

Actuar sobre una ciudad debería conllevar como primer trámite la anuencia general de sus vecinos. Porque tu dejarás la concejalía, pero ellos seguirán usando todo aquello. Porque no se trata de un libro, que puedes comprar o no; ni de un disco, que lo mismo. No hay problema en que multitud de poetas publiquen sus versos o que músicos y cantautores graben sus canciones. Es su vida. Poco importa. Pero si usted actúa sobre una plaza o una calle, por ejemplo, pues no es lo mismo. Importa todo. Porque ella es única, pero no se puede defender. Diréis después que somos dos o tres.
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