14/09/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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Septiembre es un mes de nuevos propósitos en el que empezamos nueva etapa, adquirimos compromisos, planteamos desafíos y pronosticamos metas. Yo, entre los propósitos para este curso, me he propuesto no hacerme propósitos, consciente de que, probablemente, no voy a cumplir con ninguno.

Entre los clásicos, dejar de fumar no me hace falta. Y apuntarme al gimnasio lo descarto, porque aquella vez que lo hice, concluí que si alguien debía pagar a alguien por aquello, los roles debían intercambiarse. Además la moda ‘pasarela gimnasio’ no me sienta bien, las conversaciones de gimnasio están en las antípodas de lo que me interesa y las cosas que sugieren comer las personas que mantienen esas conversaciones ni siquiera entiendo lo que son.

Así que, sin propósitos. Y así no me expongo a decepciones extra a mí misma. De hecho, voy empezar rompiendo el propósito de no hacerme propósitos y voy a proponerme sonreír más e indignarme menos. Creo que aún no cobran por eso. Lo que es innegable es que, con propósitos o sin ellos, en este oficio de informar se nota lo cíclica que es la vida, cuando me veo un septiembre más asistiendo a la inauguración de los mismos eventos de las Fiestas de La Encina de Ponferrada. Uno de ellos, la Ciudad Mágica, Cima, donde además de las millonadas de niños que salen en los balances positivos, he visto otros tantos millones de padres y madres desquiciados de tal algarabía. Los mismos que unos días después estaban también desquiciados intentando completar en librerías e hipermercados las detalladas listas de material escolar. O cuadrando horarios para ver cómo encajar a los pequeños en las clases de kárate, piano, inglés, ajedrez, ballet, fútbol, paddle, catequesis y robótica y encontrar una hora libre para ir a yoga infantil y que se desestresen de tanta actividad de septiembre.

Como quiero indignarme menos, nada criticaré, por ejemplo, sobre algunos mítines de propaganda política que a alguien se le pueda ocurrir soltar en medio del acto institucional y festivo del Día del Bierzo. Prefiero quedarme con el esfuerzo de los pequeños pueblos que hicieron con modestia, con los pies en la tierra y con la cabeza alta, la ofrenda de este año a la patrona y que demuestran el amor por su tierra con hechos y no con palabras huecas.

Nada diré, por ejemplo, de aquellos empeñados en que las heridas de los otros cicatricen de una santa vez mientras dan por bueno que los verdugos yazcan en mausoleos y las víctimas en cunetas. Y nada preguntaré, por ejemplo, sobre una reunión muy importante que había ayer en Madrid por el problema del carbón, en la que digo yo, si se habrán marcado el propósito, ya que estamos en septiembre, de arreglar el asunto.
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