21/12/2022
 Actualizado a 21/12/2022
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Tenía hoy, martes, la idea de escribir entre irónico y festivo, pues me adormecí ayer y desperté hoy, con el sindios del tribunal constitucional, de cuyos miembros, la permanencia de algunos, tantorecuerda elputrefacto «por la gracia de (D)dios». Sé que puede no parecer serio, pero una de las ventajas de haber, aún joven, vivido, conocido y sufrido la plena vigencia y largos estertores del general superlativo, es que uno ejercitó mucho el aliviador sentido del humor. Y cito al superlativo, porque su -ismo e istmo a todas luces se ve que perduran, bien conservados, al menos, en los usos y costumbres de algunos populares comportamientos. Cómo no optar por el humor cuando uno ve cómo los más constitucionalistas de hoy son los herederos del partido que más división mostró ante el texto constitucional (AP), ‘Afananza Pandillar’ que fijó el gran Forges.

Sí, tenía hoy la idea de escribir irónico y festivo. Pero, se sabe, el hombre propone y la vida dispone, y esta misma mañana, desde mi observatorio cafetero terracero, y aun las festivas fechas de la natividad cristiana, he asistido, en vivo y en directo, al penoso calvario recorrido por dos mujeres -madre e hija, me imagino- a lo largo de unos trescientos metros –tramo que las observé– trasportando bolsas y maletas que luego supe –sin haber preguntado– sus únicas pertenencias, resto del ‘robo de la casa’. Todo lo movía la que supongo hija, de edad mediana, de unos diez metros en diez metros para después ir a animar en su marcha a la que supongo madre que apenas si andaba, lenta, lentísima, apoyada en una muleta. Vencida.

Fumaba junto a mí otro hombre que cuando, habiendo escuchado el soliloquio de la mujer que imagino hija, observó los bultos solos y ya cerca nuestro pensó y me dijo «¿y si es una bomba?». Le hablé del calvario observado y le cité la sabia frase del poeta francés Paul Éluard: «Hay otros mundos, pero están en este». Se fue. Por mi parte, acabé mi café, gesticulé y también me fui.

Tenía hoy la idea de escribir entre irónico y festivo, sí, pero ya ven, escribo despreciable. Despreciable, sí, mas, por vital necesidad, esperanzado en «que el hosco orfebre que el invierno es / labre un año nuevo de general bienestar / con incrustaciones de sonriente plenitud. / Que con sus hielos queme intransigencias, / iras y odios y en todo lugar y para todos / broten buenas voluntades, palabras de paz / y actos de humana y redentora justicia». Sea.

Buena semana hagamos, buena semana tengamos y, para todos: ¡Salud!
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