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Despoblación y municipios

28/07/2017
 Actualizado a 11/09/2019
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La verdad es que no se sabe por dónde empezar, porque, se mire por donde se mire, el panorama es malo tirando a desolador. Tanto, que casi se quitan las ganas de escribir.

Porque no sólo España es, de los países de nuestro entorno, el que tiene la densidad de población más baja, más o menos 92 hab/km2, cuando Portugal está en 108 y Alemania o Inglaterra en más de 200.

Es que cuando miramos para casa, para nosotros, para León y sus provincias hermanas de la comunidad, se te caen los palos del sombrajo, porque estamos, aquí y ahora con una densidad de 27 hab./km2.

Además, se da una doble situación tóxica: los habitantes del campo huyen de él, una parte a los núcleos más importantes de la propia provincia, básicamente por tener mejores y más seguros servicios, que la edad no perdona, mientras que el resto, la población más joven, se va a otras provincias con mejor futuro, cosa que, a su vez, también hacen los propios habitantes de aquellos núcleos de población provinciales más importantes.

Tengo delante el cuadro de la variación de la población de hecho de las provincias de Castilla y León (para qué mirar más allá si va a ser aún más deprimente), entre 1960, la época del esplendor provincial, y 2011, y el panorama es desolador, con el agravante de que, al ser los datos últimos del año 2011, hoy, sin duda, es aún peor.

Y tengo que referirme a la situación en números, esos guarismos incómodos y áridos que hacen que cualquier escrito se convierta en algo indigesto. Pero no hay más remedio, porque es donde se comprueba la realidad. Pero prometo ser breve y conciso.

Todas las provincias, menos Valladolid, que ha crecido de forma espectacular, han disminuido su población: unas muy poco, como Burgos, otras bastante, y otras, como León y Zamora, mucho. Bastante son 50.000 habitantes, y mucho son 100.000, más o menos.

Y todas las capitales aumentaron, al compás de la despoblación provincial, entre un 20% y un 100%.

Pero ambas cosas lo hacen de forma combinada y al tiempo: baja la población global de la provincia, excepto la de la villa y corte de Valladolid, y sube la de la capital.

Es decir, que se corrobora lo apuntado anteriormente: el campo se vacía para irse a la ciudad, pero también a otros sitios, extranjero incluido. Y la ciudad también pierde población.

Por poner lo nuestro: la provincia de León, capital incluida, en 1960 tenía 584.594 habitantes, y la capital 78.811. En esos mismos términos, en 2011, la provincia tenía 497.799 y la capital 132.744. (Un inciso, acabo de encontrar la población de la provincia según el INE en 2016: 473.604. Sin comentario).

Mientras, Valladolid casi dobla su número de habitantes tanto en la provincia como en la capital: 363.106 y 151.807 en el 60 y … 534.874 y 313.437 en 2011, respectivamente.

Evidentemente el estado autonómico les sienta muy bien a algunos, y no tan bien a otros.

Pero vayamos a lo nuestro. Aquí tenemos una provincia que era, sin duda, y muchas veces lo he escrito, la más grande, que aún lo es (eso nadie lo puede quitar, espero), la más rica, que lo era, y la más poblada, consecuencia de lo anterior, como se demuestra en los datos de los párrafos precedentes.

Es por tanto evidente el declive catastrófico, que no se arregla llorando, quejándose de Valladolid (que sí, que se ha convertido en un embudo por el que todo se va), ni haciendo inversiones en edificios de servicios y ayudas, que sí, son de agradecer, pero que no son economía productiva, sino fuente de empleo a cubrir por el erario. Se arregla atrayendo industrias y aprovechando la situación imbatible de centro de comunicaciones del noroeste, con aeropuerto, ferrocarril y una buena red de autopistas, cercano al mar y a Portugal, con industrias como las que hubo y sectores productivos que han desaparecido o están convertidos en marginales y superviven de milagro.

Y si no lo digo, reviento: ochenta millones de euros, o vaya usted a saber, para un palacio de congresos en una ciudad que ni es ni será de congresos, que mejor estarían dedicados a atraer esas empresas que fijen y atraigan población que, a su vez, colabore al PIB provincial y no que viva de ese PIB. Y no es lo único.

Y, mientras tanto, con la provincia marchando en directo hacia la desertización, mantenemos, y lo siento, pero he de volver a algo tan árido como los números, mantenemos digo, 211 ayuntamientos y 1.403 (mil cuatrocientos tres) núcleos poblacionales.

Y de esos 211, la mitad con una densidad de población de menos de 10 hab./km2, que es el límite que determina lo que se llama ‘desierto demográfico’.

Y si resulta que es muy, pero que muy difícil, creer que se puedan crear en el futuro puestos de trabajo ‘productivo’, tanto industriales como de cualquier tipo, y no meros puestos administrativos, dada la tendencia nacional de que aquellos puestos, los que generan valor añadido (que no es precisamente el IVA), se van, sobre todo, al arco mediterráneo y Madrid.

Porque viendo cómo anda el patio leonés en los últimos tiempos y sus perspectivas de futuro, poco se puede esperar en lo que se refiere a las posibilidades de que el campo, tanto en lo agrícola como en lo pecuario, que es, al fin y al cabo la ‘vida’ de todos nuestros pueblos, vaya a tener soluciones que detengan siquiera su caída.

Y esto reabre, además, la reordenación de la estructura administrativa de los municipios, muchos y medianamente, cuando no malamente, servidos, con secretarios volantes y técnicos a la pata coja, entre otras cosas, mientras se multiplican servicios a pie de casa, con piscina, frontón, pistas de tenis, casa de cultura y residencia de tercera edad en cualquier pueblo que se precie, servicios caros e infrautilizados. Claro que el voto es el voto.

Los reinos de taifas se originaron en nuestra península, y bien claro está que han dejado su huella, pero la administración municipal está pidiendo a voces la agrupación de municipios para que lo sea de forma más eficaz y, desde luego, más barata, pues no es sostenible mantener 211 ayuntamientos, la mitad vacíos, con 1.403 núcleos poblacionales.

O sea, que tenemos poco dinero, poca población, muchos municipios y mucho territorio. Y un futuro negro. Una mala ecuación.

Y para terminarlo de arreglar, hace tres días sale la perspectiva de crecimiento para Castilla y León: el 2,5% para las nueve provincias (el nacional está en el 3.1%), y León a la cola con el 2.1%.

¿Hay quién dé menos?

En fin, que lo que a uno le pide el cuerpo es, como a las esquelas, poner una orla negra al artículo.

Pero en fin, no quiero perder la esperanza, que llegan las vacaciones, tiempo de relajación y asueto, y, quizás, quizás, a la vuelta esté menos pesimista.
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