20/06/2019
 Actualizado a 17/09/2019
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Cuando uno comienza a transitar un nuevo camino no le resulta sencillo prescindir de algunas de las cosas que forman parte de sus rutinas.

Desde que este periódico salió a la calle, acepté el reto que me propuso su director, y amigo, de acudir semanalmente a sus páginas para trasmitir opinión y crítica. En todas las ocasiones lo hice con el máximo respeto hacia los lectores y, en su caso, hacia aquellos que podían aparecer como aludidos. La crítica, si la hubo, fue siempre en el plano profesional y nunca en el personal. Ocupar cargo público obliga a aceptar el análisis de tus actuaciones desde una óptica diferente a la que tú propones.

Abandono hoy esta cita semanal y deseo hacerlo con una reflexión que une mi pasado como profesor universitario y mi presente como gestor al frente de uno de los organismos que el Gobierno de España considera que debe pilotar, en parte, dos de los objetivos básicos de nuestro país, enmarcados en el PNIEC (Plan Nacional Integrado de Energía y Clima) y el acuerdo para una Transición Justa. Ambos proyectos se fijan conseguir un futuro (para el 2050) neutro en carbono.

La «huella ecológica» en nuestro país es de 3,8 ha por habitante y año. En términos de calendario, esto quiere decir que cada año a partir del 11 de junio nuestra demanda de recursos naturales no es posible regenerarla, es decir, vivimos de prestado más de medio año. Ese préstamo lo cogemos, no lo pedimos si no que se lo arrebatamos a nuestros hijos. A este gasto exagerado, inasumible, contribuimos todos y cada uno de los españoles, pero cierto es que no todos lo hacemos del mismo modo. Hay sectores que durante los últimos 100 años han contribuido de manera preferente a este gasto. Hacia ellos debemos mirar de manera principal para conseguir revertir la situación y cumplir los compromisos que como país hemos aceptado. Europa reconoce que los planes de España son sobresalientes en este sentido. Cumplir estos objetivos es el único modo de asegurar el futuro para las próximas generaciones, no hipotecando por ello el coste medioambiental que debemos pagar.
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