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Desmemoria partidista

07/06/2020
 Actualizado a 07/06/2020
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La futura remodelación de Ordoño II está dando mucho de sí. Era previsible. Y como suenan tambores de guerra, resulta que el PP municipal de Silván junto a su homólogo de Ciudadanos, el de Gemma Villarroel, quieren judicializar el contestado proyecto del PSOE embarcando en él a algunas asociaciones de vecinos. A las cercanas. Nada nuevo. Sin embargo, Vicente Canuria, concejal de Movilidad del equipo de Gobierno, lo denunciaba recientemente, muy enfadado, ante la prensa: «Es absolutamente deleznable –apuntaba el delfín del alcalde José Antonio Diez– este proceder que va contra cualquier norma ética». Veamos. Esa misma norma ética se le olvidó al PSOE hace unos años. En 2009. Y, en concreto, a un conocido munícipe con motivo del traslado del Rastro a la llamada explanada de Clarés, un lugar que los vendedores repudiaban por muchas y variadas cuestiones. La historia es que los ediles del PP –por aquella en la oposición– exploraron diversos emplazamientos urbanos con el fin de asentar los puestos temporalmente, y apareció en el horizonte, de forma voluntaria, el presidente de la asociación de vecinos Junco, de Eras. La opción que ofertaba era el paseo de Peregrinos. El comercio y la hostelería –aseguraba el representante vecinal– se revitalizarían así.

Superadas las conversaciones se acordó elaborar una moción para su debate en el Pleno, no sin antes entregar una copia del documento al propio presidente y obtener su visto bueno. Lo asumió. Como un niño con una piruleta. Pero a Paco Fernández, a la sazón regidor capitalino, no le interesaba el pedido. Nada. ¿Y a quién envió de emisario para entrevistarse con el representante de Eras y desbaratar la propuesta? A uno de su máxima confianza por aquel entonces. ¿Y qué hizo el embajador plenipotenciario? Pues pasarse la tarde y parte de la noche anterior a la sesión plenaria en compañía del presidente –fueron palabras posteriores del propio concejal–, hasta que le ‘arrancó’ un papel negándolo todo. Menuda ética. De uno y de otro. Los detalles del encuentro forman parte de la intimidad de ambos.

Minutos antes de comenzar el Pleno, la portavoz del PSOE informó al PP de la situación sobrevenida, por lo que, a la vista de la felonía del vecino –no tiene diferente calificativo el sujeto–, se convino en retirar la moción. No tenía sentido discutirla. Pero Fernández no lo hizo –inexplicable– y hasta se regodeó con el ‘fracasado’ intento de los populares. La sonrisa del concejal manipulador era exultante e insultante.

Y, ahora, Canuria –que conoce bien la historia– se rasga la camisa, se indigna y le parece inapropiada y hasta ilegítima la apuesta de Silván y de Villarroel. ¡Qué broma y qué desahogo, concejal! ¡Qué cuajo!
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