13/02/2018
 Actualizado a 07/09/2019
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Decía una tía de Zapatero a quien tuve el gusto de conocer desde hace más de cuarenta años que José Luis, su sobrino, era muy bueno, pero que tenía malas compañías. No dudamos de las buenas intenciones del ex Presidente del Gobierno, pero tampoco se nos oculta que cometió graves errores, entre otros, la llamada Ley de la Memoria Histórica, olvidando que la Transición había sido el mejor gesto de reconciliación entre los españoles. De ninguna manera nos oponemos a que sigan desenterrándose, si así lo desean sus familiares, los restos de aquellos que todavía permanecen sepultados en cunetas u otros lugares no deseados. Lo que ya no parece tan oportuno es que tanto él como sus sucesores sigan obsesionados en desenterrar viejos odios y rencores felizmente superados.

Por otra parte la memoria histórica ha de ser completa y no sesgada. La guerra civil no surgió por generación espontánea o por el capricho de personas que querían alcanzar el poder a cualquier precio. Aunque la Segunda República fue acogida con gran ilusión en sus comienzos, las cosas fueron degenerando hasta hacer la situación insostenible, terminando en una terrible confrontación en la que se cometieron barbaridades por unos y por otros.
Es cierto que durante varios años se han hecho monumentos a las víctimas de uno de los bandos y que la Ley de la Memoria Histórica manda hacerlos desaparecer. Como quiera que sea esos jóvenes españoles que perdieron la vida a tan temprana edad han sido verdaderas víctimas y es totalmenteinjusto querer borrar su recuerdo. La solución que ya sugerimos en su momento, cuando se quería quitar la lápida que recuerda a algunos de estos jóvenes en los muros de la iglesia antigua de Fabero no es eliminarla, sino poner otra con los nombres de las víctimas del otro bando. Unos y otros pagaron con su vida las consecuencias de una situación que ellos no habían generado.

La razón que ahora se aduce para destruir esos recuerdos es el cumplimiento de la legalidad, olvidando que se trata de una ley bastante desafortunada.Se olvida también que no siempre lo legal es lo mejor y lo más justo. ¿Acaso no es legal en muchos países la pena de muerte? Y sin embargo somos muchos los que la reprobamos. En nombre de la ley han sido ejecutadas muchas personas. Además la historia ni se puede ni se debe borrar. A nadie se le ocurre pensar que habría que destruir, por ejemplo, campos de concentración como los de Auschwitz o Mauthausen, a pesar de ocurrir en ellos las escenas más crueles y vergonzosas de la historia de la humanidad.
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