Desde la pesadilla

17/10/2017
 Actualizado a 16/09/2019
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Vuelve a tocar el despertador, como cada lunes, sin dejar sitio para la sorpresa. Sigue siendo el mismo sonido, a la misma hora pero…ese olor, eso sí es nuevo, o tal vez no tanto. Dru estornuda en la sala de al lado. No es un perro enfermizo, así que no me convence la idea de que esté agripado. Como cada mañana, enciendo la luz y, no puede ser, la habitación está metida en una intensa niebla que nos obliga a sumarnos a Dru. Los vecinos han salido a los balcones decorando la estampa con batas de colores que se ven como puntos difuminados en medio de la niebla. Algo arde y tiene que ser a palmos de aquí. Ahí está, esa imagen reconocida, conquistando espacios que alguien le regala porque se ha levantado con un deseo irracional de ser el protagonista de una película de terror que después hasta publicará por Facebook. Ya no queda más rabia, ni insultos. Ahora todo se convierte en miedo, una desazón por culpa de lo imposible que permite hacer sentir el crujido del corazón. Es pánico a que la sequía y las llamas se junten, una por cada lado, haciendo un bocadillo humano salvaje en el que, sin agua, crezca el fuego. Es una pesadilla con un tinte que supera la tragedia, pero es una película que nos queda por ver. Este cielo que no quiso despertar. Ese foco rojo encendido sobre nosotros hace que se acerque más la pesadilla, tan viva como muertos los inocentes que se quedaron en esa locura encendida. Un toque apocalíptico que habla claro, hemos tocado fondo.
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