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Desde el parkinson

14/04/2019
 Actualizado a 09/09/2019
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El año pasado por estas fechas alumbradas por la primavera yo titulaba un testimonial artículo mío publicado en La Nueva Crónica ‘Yo también padezco parkinson’. Ahora lo repito con mayor firmeza o convencimiento. Mientras, intento aprender a convivir con esta enfermedad que sin permiso alguno ha entrado en mi vida provocando algunas variaciones a veces difíciles de asimilar o definir, pero que en cualquier caso no voy a permitir que anule mi esperanza, mi entrar a diario en la mañana con abundantes proyectos vitales. Pero todo ello irá apareciendo, surgiendo, emanando en estas líneas escritas con un teclado nuevo que me acaban de regalar dos personas muy queridas para mí.

Salvada la anterior, breve, totalmente veraz introducción comienzo por indicar la evidente, comprobable verdad consistente en que la historia del ser humano se halla vinculada a la salud desde el pasado más remoto. La misma, o sea la salud, ha mejorado mucho sobre todo en los países desarrollados, no así o parecido en los subdesarrollados, donde la desnutrición, un simple catarro o diarreas, así como la tuberculosis, una fiebre repentina, provocan la muerte ante todo por la carencia de profesionales médicos, hospitales y medicamentos básicos. De ahí que la esperanza de vida sea muy baja, motivo por el cual el parkinson y dolencias semejantes propias por lo común a partir de 60 años no se conocen.

España, perteneciente a los países desarrollados, ha avanzado mucho en el abordaje de los enfermedades neurológicas crónicas, degenerativas e invalidantes tal acontece con el parkinson, la esclerosis múltiple (todavía está muy reciente la ayuda en un auténtico acto de amor de Ángel Hernández a su esposa María José Carrasco para bien morir ésta cruelmente atacada por una esclerosis múltiple, tras su súplica constante según revela el vídeo grabado dado a conocer en los medios comunicativos mientras las leyes lo culpan de un delito de violencia de género y no prestan atención debida a las residencias en las cuales se maltrata a ancianos como nos sirve estos días la prensa), la terrible ela (esclerosis lateral amiotrófica) y el parkinson bautizado con el nombre de su descubridor en 1817, el médico británico James Parkinson, quien entonces se refirió a la misma como «parálisis agitante» en el ensayo a ella dedicado donde refleja el estudio practicado en seis pacientes.

Como digo, el año pasado por noviembre me diagnosticaron parkinson. Me costó aceptarlo pero poco a poco le he plantado cara, cumpliendo con el tratamiento recetado por mi neurólogo, los controles periódicos a la vez que asistiendo por cuenta propia de modo preventivo a sesiones de terapia ocupacional o logopedia, alternadas con ejercicios de coordinación, equilibrio, fortalecimiento, salir a la calle, viajar, leer, escribir, charlar, abordar tareas caseras, aunque más torpemente, intentando aprender a ponerme en pie en las caídas suaves y a subir y bajar escaleras apoyada en una barandilla, etc. ¡Hay tanto que hacer!

Procuro que esta dolencia neurológica, crónica, degenerativa e invalidante debida a serios problemas con la dopamina, sustancia generada por las neuronas, recuerdo, no vaya muy veloz ni agreda mi esperanza. Deposito mi fe en las pastillas, los parches transdérmicos, etc. Mientras rechazo la idea muy pregonada de la benevolencia o ‘luna de miel’ que gobierna los diez primeros años padecidos y luego poco menos que la llegada del abismo. ¿Quién puede asegurar nada cuando los mismos fármacos no actúan igual en diversos enfermos? ¿Quién puede negar que en estos años la investigación contra el parkinson no progrese? ¿Quién sobre este mal que en España afecta a 160.000 personas en tanto supera a siete millones en el mundo y 2.500 en la provincia? ¿Quién sobre esta dolencia a la que el asociacionismo le resulta imprescindible para ayudar a crear conciencia social la cual debemos dar a conocer siempre que sea posible (pienso en la gente que está trabajando y la pueden despedir si se sabe)?

Y a propósito del asociacionismo. León ciudad cuenta con una con 75 socios, ‘Parkinson León’’, situada en su origen en una dependencia de Fernando González Regueral como casi todas (allí se aposentó la de Alzheimer en su arranque) gracias al Centro de Mayores allí existente y con posterioridad en un pequeñísimo local en Padre Isla 57 que compartía con otras dos asociaciones. Ahora la situación ha mejorado y el Ayuntamiento ha facilitado dos locales en el antiguo Chef (colegio de huérfanos de ferroviarios). No obstante en la provincia se han establecido, evoco, la asociación de Ponferrada, la de Astorga y la de Babia-Laciana en la que tanto ha tenido y tiene que ver la infatigable Sonia Da Silva Teixeira.

No lo he mencionado todavía, el jueves 11 ha sido el Día Mundial del Parkinson. Regresará el próximo año y venideros. Ojalá traiga muchas mejoras. «Yo también padezco parkinson, ¿me someteré alguna vez al duodopa o a la estimulación cerebral profunda?»
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