15/10/2019
 Actualizado a 15/10/2019
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Llegó por fin el otoño. Y vino tarde y entre el desconcierto de la peña. Y es que, pese a que su falta de puntualidad es algo normal los últimos años, como otras muchas cosas en esta tierra, la gente no acaba de acostumbrarse o no acaba de resignarse. Y le hemos dicho hola casi al tiempo que le decíamos adiós a Manuel Lastra, uno de los sindicalistas de siempre de los que tan orgullosos nos sentíamos. Su adiós se adelantó al otoño, como adelantado fue su comportamiento y activismo, pues en tiempos bastante más difíciles nunca se dejó llevar por el desconcierto, que parece ser la reacción natural a las dificultades en los tiempos que corren.

Y ayer le dijimos hola a Antonio Gutiérrez. Este sí que fue puntual. Pues el día que la climatología nos comenzaba a hablar con voz otoñal, nos inauguraba los Otoños Sindicales de CCOO. El compañero Antonio fue de los que dijo adiós hace mucho tiempo, seguramente de forma prematura, tras trece años como Secretario General de la confederación sindical de CCOO. Y vino a hablarnos de incertidumbres y desconciertos, pero como también sabía muy bien el compañero Lastra, vino a hablarnos de certezas. Pues una nítida certeza es que muchas de las precariedades e injusticias que han alimentado los desconciertos vienen de muchos años de degradación, reforma tras reforma, del mundo del trabajo y en suma de la democracia misma. Y otra certeza es que vivimos en un mundo en que la democracia está siendo sustituida por el mercado.

Y el mismo día ha prendido el desconcierto en Cataluña. Un desconcierto adelantado en parte al otoño, pues a muchos ya les parecía anticipadamente fuera de tiempo lo que en otros hubiera sido normal: que en una democracia es no solo normal sino sustancial que existan opiniones distintas, y que todo el mundo tenga derecho a protestar, con más o menos argumentos técnicos o jurídicos, por aquello que le parece injusto.

Aquí seguimos con el nuestro. El que bien expresó Lastra. Que los hijos pudieran vivir y trabajar donde lo hicieron los padres, pero los nietos ya no.
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